Al decir de Doña María Gómez -fallecida en el 2004- todo comenzó en el suelo de cemento de la cocina de su casa, en Bélmez de la Moraleda.
Sin saber cómo ni porqué, comenzaron a salir en el suelo unas manchas difusas, con forma de rostros humanos. Unos trazos inquietantes que atemorizaron a toda la familia.
Tanto que picaron el suelo para hacerlas desaparecer. Fue en vano. Esa misma noche volvieron a salir sobre el renovado cemento y, lo que es peor, con los rasgos más acusados, mejor definidos.
Algo que provocó -contaba doña María- un auténtico terror en todos ellos.
Sin saber cómo ni porqué, comenzaron a salir en el suelo unas manchas difusas, con forma de rostros humanos. Unos trazos inquietantes que atemorizaron a toda la familia.
Tanto que picaron el suelo para hacerlas desaparecer. Fue en vano. Esa misma noche volvieron a salir sobre el renovado cemento y, lo que es peor, con los rasgos más acusados, mejor definidos.
Algo que provocó -contaba doña María- un auténtico terror en todos ellos.
Bélmez, la de las caras
Para entonces el diario Ideal ya había dado la noticia y la casa comenzó a ser visitada por curiosos, crédulos de todo lo que suene a insólito, buscadores de experiencias místicas y, por supuesto, por los “investigadores paranormales”.
Unos “estudiosos” a los que les faltó tiempo para postular el carácter inexplicable y la importancia del fenómeno. Como aquel alemán que se desplazó a España y dijo que aquello era lo más de lo más de la parasicología mundial.
Y no volvió nunca más, ni a Bélmez, ni a investigar, ni a pronunciarse al respecto ¡Qué cosa más rara! Con lo que ha dado de sí el asunto ¿Qué averiguaría?
No se sabe. El caso es que, para entonces, ya era conocida como “Bélmez, la de las caras”.
Unos “estudiosos” a los que les faltó tiempo para postular el carácter inexplicable y la importancia del fenómeno. Como aquel alemán que se desplazó a España y dijo que aquello era lo más de lo más de la parasicología mundial.
Y no volvió nunca más, ni a Bélmez, ni a investigar, ni a pronunciarse al respecto ¡Qué cosa más rara! Con lo que ha dado de sí el asunto ¿Qué averiguaría?
No se sabe. El caso es que, para entonces, ya era conocida como “Bélmez, la de las caras”.
Para todos tuvo doña María la puerta abierta y el trato amable. Nunca pidió nada a cambio, aunque, eso sí, jamás rechazó “la voluntad pecuniaria”.
No se sabe la causa, he aquí un misterio, pero, el inicial terror de la familia a las caras desapareció. Es lo que tiene la cosa ésta de lo esotérico.
Que al principio asusta pero después, si resulta “gratificante”, uno lo acaba sobrellevando. Y no fue el miedo de la familia lo único que se perdió con las visitas a las caras, también el pueblo perdió identidad.
No se sabe la causa, he aquí un misterio, pero, el inicial terror de la familia a las caras desapareció. Es lo que tiene la cosa ésta de lo esotérico.
Que al principio asusta pero después, si resulta “gratificante”, uno lo acaba sobrellevando. Y no fue el miedo de la familia lo único que se perdió con las visitas a las caras, también el pueblo perdió identidad.
Bélmez, la de los caras
Tan sólo seis meses después, en el diario Pueblo, se desmontaba el enigma. Unos químicos duplicaron en unos minutos las caras, utilizando para ello nitrato y cloruro de plata.
Nada, por tanto, de sobrenatural teleplastia. Cualquiera con unos conocimientos mínimos lo podría haber hecho. Un químico, un fotógrafo, cualquiera que se informara. En esta dirección encontrarán información al respecto, incluso cómo fabricarse sus propias caras, http://bajoelvolcan.blogspot.com.
Como es lógico, los amantes de lo oculto -y del negocio que se crea a su alrededor- ignoraron a la ciencia y rechazaron las pruebas.
Propusieron varias y disparatadas ideas sobre el origen de las caras, aunque ninguna -como siempre- con confirmación experimental. Para entonces, a Bélmez llegaban cientos de personas todos los días; hasta diez mil algún fin de semana que otro.
Nada, por tanto, de sobrenatural teleplastia. Cualquiera con unos conocimientos mínimos lo podría haber hecho. Un químico, un fotógrafo, cualquiera que se informara. En esta dirección encontrarán información al respecto, incluso cómo fabricarse sus propias caras, http://bajoelvolcan.blogspot.com.
Como es lógico, los amantes de lo oculto -y del negocio que se crea a su alrededor- ignoraron a la ciencia y rechazaron las pruebas.
Propusieron varias y disparatadas ideas sobre el origen de las caras, aunque ninguna -como siempre- con confirmación experimental. Para entonces, a Bélmez llegaban cientos de personas todos los días; hasta diez mil algún fin de semana que otro.
El negocio familiar y local estaba montado. A las propinas voluntarias de “los estudiosos” y curiosos varios, había que sumar el negociete que un fotógrafo (¿?) se montó con el marido de María.
Vendían fotografías de las caras a 15 ptas la unidad; diez para él y cinco para el profesional. A comienzos de 1972 habían vendido unas 10 000 y se cifraban los ingresos familiares en más de 250 000 pesetas.
Súmese a eso el dinero que dejaban los visitantes en los comercios locales y se entenderá por qué el fenómeno, aunque fraudulento, era defendido por todo el pueblo. No en vano, en las localidades de los alrededores la llamaban ya “Bélmez, la de los caras”. Ahora en masculino.
Vendían fotografías de las caras a 15 ptas la unidad; diez para él y cinco para el profesional. A comienzos de 1972 habían vendido unas 10 000 y se cifraban los ingresos familiares en más de 250 000 pesetas.
Súmese a eso el dinero que dejaban los visitantes en los comercios locales y se entenderá por qué el fenómeno, aunque fraudulento, era defendido por todo el pueblo. No en vano, en las localidades de los alrededores la llamaban ya “Bélmez, la de los caras”. Ahora en masculino.
Tenderete esotérico
Cada vez que la afluencia de clientes aflojaba, y el negocio se resentía, mistéricas energías síquicas hacían que se formaran nuevas caras.
Así nacieron, en el más infantil estilo naïf: ‘El pelao’, ‘La mujer con camisón’, ‘La pava’, ‘La dama de la escalera’, ‘La mujer desnuda’, llegando al ridículo con las caras parecidas a Franco y a Isabel Preysler.
Pero ni por esas. El negocio dejó de serlo. Para entonces la buena mujer -ya viuda- pedía dinero a todo el que quería entrar a ver las caras, y un extra si las fotografiaban.
El canal energético del más allá se había agotado. Todo parecía acabado para la familia y demás vividores de la necesidad y la ignorancia humana.
Así nacieron, en el más infantil estilo naïf: ‘El pelao’, ‘La mujer con camisón’, ‘La pava’, ‘La dama de la escalera’, ‘La mujer desnuda’, llegando al ridículo con las caras parecidas a Franco y a Isabel Preysler.
Pero ni por esas. El negocio dejó de serlo. Para entonces la buena mujer -ya viuda- pedía dinero a todo el que quería entrar a ver las caras, y un extra si las fotografiaban.
El canal energético del más allá se había agotado. Todo parecía acabado para la familia y demás vividores de la necesidad y la ignorancia humana.
Ahora, con la muerte de la "canalizadora síquica", dicen que las manchas desaparecerán. No lo creo así. Al menos por ahora.
Seguro que hacen a la buena señora Hija Predilecta del pueblo, organizan un congreso de parasicología (al que asistirán como ponentes invitados, cobrando no lo dude, los estudiosos de siempre, los mismos que escriben en las revistas del rollete del enigma y del más allá), reconvierten la casa en un museo de las caras, etc.
Cuando todo esto deje de dar dinero, entonces, sólo entonces, empezarán a difuminarse las caras. Lo que no significa que por eso... ¡Señor, Señor, estos ganapanes siempre igual!
Este artículo fue publicado en Montequinto del Nuevo Siglo (febrero 2004) http://www.sevillametropolitana.com/
Seguro que hacen a la buena señora Hija Predilecta del pueblo, organizan un congreso de parasicología (al que asistirán como ponentes invitados, cobrando no lo dude, los estudiosos de siempre, los mismos que escriben en las revistas del rollete del enigma y del más allá), reconvierten la casa en un museo de las caras, etc.
Cuando todo esto deje de dar dinero, entonces, sólo entonces, empezarán a difuminarse las caras. Lo que no significa que por eso... ¡Señor, Señor, estos ganapanes siempre igual!
Este artículo fue publicado en Montequinto del Nuevo Siglo (febrero 2004) http://www.sevillametropolitana.com/
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