Nacieron en el siglo adecuado y vivieron los años necesarios. Dos circunstancias que unidas a sus indudables méritos científicos, las hicieron acreedoras del laureado galardón.
En sus casos, ni el parentesco sanguíneo o político, ni la jerarquía profesional o académica, ni las costumbres sociales se lo pudieron arrebatar.
Nunca seas sólo una mujer, dijo alguien.
Más fuerte que la familia, los compañeros o la sociedad fue su pasión por averiguar y conocer. El sueño de su vida. Y con sus descubrimientos hicieron avanzar las fronteras de las ciencias.
Hay sueños por los que despertar.
En sus casos, ni el parentesco sanguíneo o político, ni la jerarquía profesional o académica, ni las costumbres sociales se lo pudieron arrebatar.
Nunca seas sólo una mujer, dijo alguien.
Más fuerte que la familia, los compañeros o la sociedad fue su pasión por averiguar y conocer. El sueño de su vida. Y con sus descubrimientos hicieron avanzar las fronteras de las ciencias.
Hay sueños por los que despertar.
Mujeres, científicas y nobeles
Pasión, estudio y tenacidad para vencer las limitaciones y dificultades, es lo que tienen en común todas estas mujeres. En lo demás, cada una es diferente.
No todas se casaron y tuvieron hijos. La mayoría llegó a formar un equipo de investigación. Pocas trabajaron solas. Unas fueron europeas y otras estadounidenses. Mujeres, científicas y nobeles, ¿alguien da más?
A los dos años de ser fundado el Premio Nobel (1901), el de Física fue otorgado a Marie Curie. La científica más conocida de toda la historia. Desde entonces diez mujeres más lo han recibido, en doce ocasiones.
Un número bien exiguo, para la más que significativa aportación de la mujer en el mundo de la investigación científica. Pero así están las cosas.
No todas se casaron y tuvieron hijos. La mayoría llegó a formar un equipo de investigación. Pocas trabajaron solas. Unas fueron europeas y otras estadounidenses. Mujeres, científicas y nobeles, ¿alguien da más?
A los dos años de ser fundado el Premio Nobel (1901), el de Física fue otorgado a Marie Curie. La científica más conocida de toda la historia. Desde entonces diez mujeres más lo han recibido, en doce ocasiones.
Un número bien exiguo, para la más que significativa aportación de la mujer en el mundo de la investigación científica. Pero así están las cosas.
De todos modos no es poco lo que se ha cambiado desde que, recién llegado el siglo XX, la medicina convencional llegara a un interesante postulado.
Venía a decir que el cuerpo humano contenía una cantidad finita de energía, que cualquier parte del mismo podía utilizar, eso sí, en detrimento de las otras.
Semejante hipótesis dio pie a un, cuando menos, pintoresco argumento, con una más que maleva intención: la de negar el derecho de la educación a las mujeres.
El razonamiento era el siguiente. Si las mujeres “utilizaban la cabeza”, entonces absorberían la energía de sus órganos reproductores, y quién sabe si, inclusive, llegarían a dañarlos de forma irreversible. Y entonces qué iba a ser de nosotros.
Esto, como comprenderán, no se podía consentir de ninguna de las maneras. Es lo que se llama, curarse en salud. Hay sueños por los que roncar.
Venía a decir que el cuerpo humano contenía una cantidad finita de energía, que cualquier parte del mismo podía utilizar, eso sí, en detrimento de las otras.
Semejante hipótesis dio pie a un, cuando menos, pintoresco argumento, con una más que maleva intención: la de negar el derecho de la educación a las mujeres.
El razonamiento era el siguiente. Si las mujeres “utilizaban la cabeza”, entonces absorberían la energía de sus órganos reproductores, y quién sabe si, inclusive, llegarían a dañarlos de forma irreversible. Y entonces qué iba a ser de nosotros.
Esto, como comprenderán, no se podía consentir de ninguna de las maneras. Es lo que se llama, curarse en salud. Hay sueños por los que roncar.
La mujer y el ajedrez
La historia nos dice que la idea se modificó, venturosamente, a lo largo del siglo. Lo que no fue óbice para que, a finales del mismo, no faltara quien siguiera con lo mismo.
Para muestra, las palabras del senador estadounidense Pat Robertson: “Pero, existe una diferencia desde el nacimiento: la mente masculina piensa según determinadas actitudes, la femenina piensa según otras diferentes ... pero la clave en términos de la mente -puesto que no tiene nada que ver con lo físico- es el ajedrez.
Nunca ha habido una gran jugadora de ajedrez. Y si, alguna vez llega a haber alguna, entonces aceptaré parte del feminismo, pero hasta entonces...” (1994).
En fin. Como dijo aquél, ¡dónde irá el buey que no are!
Para muestra, las palabras del senador estadounidense Pat Robertson: “Pero, existe una diferencia desde el nacimiento: la mente masculina piensa según determinadas actitudes, la femenina piensa según otras diferentes ... pero la clave en términos de la mente -puesto que no tiene nada que ver con lo físico- es el ajedrez.
Nunca ha habido una gran jugadora de ajedrez. Y si, alguna vez llega a haber alguna, entonces aceptaré parte del feminismo, pero hasta entonces...” (1994).
En fin. Como dijo aquél, ¡dónde irá el buey que no are!
Aunque en este caso, quizás el del buey no anduviera descaminado. Es cierto que hay muy pocas mujeres ajedrecistas y que, lo más probable, es que se deba a una peor coordinación visuoespacial, propia del cerebro femenino.
Hoy sabemos que, por lo general, en la orientación, medición de espacios y determinación de trayectorias, son menos precisas las mujeres que los hombres.
Y en el ajedrez estas capacidades son cruciales, al moverse cada pieza de una forma diferente. Por ahí se va a salvar.
En la actualidad la húngara Judith Polgar, es la mujer que ocupa el puesto más alto (decimocuarto) en la Clasificación de la Federación Internacional de Ajedrez.
Una de las pocas que posee el título de Gran Maestro Internacional. Como vemos, esta vez, el comprensivo de Pat no estaba desacertado. Pero no por la razón que él creía. Ni por asomo. Y es que hay una simulación de la inteligencia, como hay una simulación de la virtud.
Hoy sabemos que, por lo general, en la orientación, medición de espacios y determinación de trayectorias, son menos precisas las mujeres que los hombres.
Y en el ajedrez estas capacidades son cruciales, al moverse cada pieza de una forma diferente. Por ahí se va a salvar.
En la actualidad la húngara Judith Polgar, es la mujer que ocupa el puesto más alto (decimocuarto) en la Clasificación de la Federación Internacional de Ajedrez.
Una de las pocas que posee el título de Gran Maestro Internacional. Como vemos, esta vez, el comprensivo de Pat no estaba desacertado. Pero no por la razón que él creía. Ni por asomo. Y es que hay una simulación de la inteligencia, como hay una simulación de la virtud.
Ciencia tiene género femenino
Sin ánimo de ser exhaustivo, ésta es la lista de nobelesas: Marie Curie (1867-1934), Premio Nobel de 1903 en Física (el primero) y Premio Nobel de 1911 en Química (el segundo). Gerty Radnitz Cori (1896-1957), Premio Nobel de 1947 en Fisiología y Medicina. Irene Joliot-Curie (1897-1956), Premio Nobel de 1935 en Química. Bárbara McClintock (1902-1992), Premio Nobel de 1983 en Fisiología y Medicina. María Goeppert-Mayer (1906-1972), Premio Nobel de 1963 en Física.
Rita Levi-Montalcini (1909), Premio Nobel de 1986 en Fisiología y Medicina (en la fotografía). Dorothy Crowford Hodgkin (1910-1994), Premio Nobel de 1964 en Química. Gertrude Belle Elion (1918- 1999), Premio Nobel de 1988 en Fisiología y Medicina. Rosalyn Sussman Yalow (1921), Premio Nobel de 1977 en Fisiología y Medicina. Christiane Nüsslein-Volhard (1943), Premio Nobel de 1995 en Fisiología y Medicina. Linda B. Buck (1947), Premio Nobel de 2004 en Fisiología y Medicina.
Dos en Física, tres en Química y siete en Fisiología y Medicina.
Ciencia, femenino singular.
Rita Levi-Montalcini (1909), Premio Nobel de 1986 en Fisiología y Medicina (en la fotografía). Dorothy Crowford Hodgkin (1910-1994), Premio Nobel de 1964 en Química. Gertrude Belle Elion (1918- 1999), Premio Nobel de 1988 en Fisiología y Medicina. Rosalyn Sussman Yalow (1921), Premio Nobel de 1977 en Fisiología y Medicina. Christiane Nüsslein-Volhard (1943), Premio Nobel de 1995 en Fisiología y Medicina. Linda B. Buck (1947), Premio Nobel de 2004 en Fisiología y Medicina.
Dos en Física, tres en Química y siete en Fisiología y Medicina.
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