Surge esta secuela a propósito del comentario llegado sobre el reciente obituario de James Watson de hace unas semanas, ‘¿Hasta qué punto el comportamiento humano debe lastrar la imagen científica?’, en el que el lector apuntaba en esa dirección.
Preguntándose si es razonable juzgar y devaluar una
aportación científica -vaya por delante que en nada cambia si ésta es artística
o deportiva, su naturaleza no hace al caso-, por el reprobable comportamiento o
ideario privado de su autor.
¿Debemos diferenciar una de otro? ¿Es posible estimarlos
solo por su genialidad creativa, obviando sus actos como ser humano? ¿Juzgar
sólo al hombre y no a la obra? Por arrancar, vaya por delante que, en mi
prescindible opinión, sí deberíamos de ser capaces de hacerlo, y
juzgarlos solo por su obra y no por su comportamiento.
Virtudes públicas y vicios privados
Algo que indudablemente no resulta nada fácil dada la humana tendencia a pensar que todas estas personas -artistas, científicos, deportistas- que destacan por sus genialidades creativas también lo hacen (o deben hacer) por sus cualidades humanas.
Ya, pero por desgracia las cosas no son así, somos
el producto una mescolanza indisoluble de acciones, ideas y comportamientos que
nos definen y nadie, nadie, en esta vida es absolutamente despreciable ni totalmente
intachable. De estos mimbres estamos hechos.
De forma que el juicio de la realidad se presenta
casi siempre complicado pues, de un lado y para empezar, somos animales
complejos capaces en este sentido de todo, de lo mejor, de lo peor y, además, a
la vez, al convivir todo ello en la misma persona, ora un genio creativo ora un
ser deplorable.
Pero es que, de otro lado, resulta que para no pocos de nosotros es (casi) imposible reconocer la valía y grandeza de una obra, sin hacer de su autor un equivalente moral que esté a esa altura, un mito intachable; un requisito subjetivo que de no hacerse posible imposibilitará el reconocimiento, lo que deja dos caminos a seguir.
Bifurcación de caminos
O hacemos una impostura
maniquea de los hechos, dotándolos de un revestimiento inmaculado que en
realidad no tienen, y todo bajo la manta ideóloga de que la genialidad creativa
de la obra, su invaluable aportación a la humanidad, compensa e incluso invalida
lo que de desdeñables tienen sus actos humanos y, posibles, perjuicios al
hombre. Una postura. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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