Le remito a los anteriormente aparecidos de Aristóteles y Pestolazzi -a fin de refrescar unos datos mínimos acerca de este centro educativo de inicios del siglo XX, allá en el arrabal sevillano de Triana, nada menos que en plena calle Pagés del Corro (41010) otrora Cava de los Gitanos- le remito decía, mientras con su permiso aprovecho para entrar de lleno en nuestra celebridad de hoy el médico, político pero sobre todo pedagogo foncarnerino Pablo Pedro Montesino y Cáceres (1781-1849). Por lo leído, su primer apellido suele aparecer como Montesinos.
Estudios,
profesión y exilio
Primero en la Universidad de Valladolid y después en la de Salamanca donde se trasladó, Montesinos obtuvo el grado de Medicina (1806), unos conocimientos que la entonces institución helmántica ya impartía a la vez que derramaba a borbotones un circulante espíritu liberal del que nuestro joven se empapó y no le abandonó hasta su muerte. Profesionalmente ejerció unos años como médico militar (1807-1814) para, posteriormente, dirigir los baños de Ledesma y los de Alanje, siendo en estos tiempos cuando entra en política al ser elegido diputado liberal por Extremadura en 1822.
Pero dura
poco esta nueva travesía dado que en 1823 votó en Sevilla a favor de la
deposición por incapacidad de Fernando VII para reinar, lo que le obligó
a exiliarse a Inglaterra, primero en Londres y después en la isla de Jersey,
durante once años. Y es durante esta estancia forzada y forzosa, y acuciado por
la necesidad de tener que educar personalmente a sus hijos, cuando aparece su
interés por la pedagogía y comienza a informarse y formarse.
Pedagogía
para un exilio (1823-1834)
Para ello empieza a leer los numerosos manuales escolares ingleses escritos por mujeres que existen ya en esa época, como los debidos a las plumas de Barbanlel, Edgeworth, Wakerfield, Haek o Aikin que le hicieron ver, no solo la importancia del magisterio femenino en la educación infantil, sino que no era el desarrollo del memorismo abstracto en el niño lo que debía privar en la enseñanza. Por el contrario, y según este movimiento didascálico decimonónico, lo era el de la capacidad de “examinar la naturaleza y las propiedades de las cosas” para así aprehender “la adquisición de ideas, no de palabras o frases”, ¿le suena?
Por supuesto, y
simultáneamente a estas lecturas digamos de carácter práctico, nuestro
incipiente pedagogo se adentró en la base teórica de las ciencias de la
educación leyendo a los grandes -Paley, Basedow, Rousseau,
Locke, Lancaster, Kant, Pestalozzi, Fellenberg,
Lippe, Wilderspin o Fröbel entre otros- que
influyeron de forma determinante en la modernidad de su teoría pedagógica y le
inclinaron definitivamente hacia los problemas de la educación popular. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 29
de septiembre de 2025, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.



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