(Continuación) En realidad, la Plaza de la Alianza viene a ser una especie de cruce de caminos entre la zona monumental de Sevilla Patrimonio de la Humanidad (Catedral, Alcázar y Archivo de Indias) y el antiguo barrio judío de la ciudad.
Lo es, de un lado, gracias a la calle del palaciego
polígrafo camino del Triunfo y, del otro, gracias a
la prolongación de la calle Rodrigo Caro, que desde Mateos Gago la
atraviesa en sentido este-sur para, bordeando la muralla palatina, llegar a la Plaza
de Doña Elvira y a partir de ahí adentrarse en el entramado de estrechas
calles del barrio judío sevillano.
De
vuelta con el científico
Le dejé con su aportación científica a la arqueología
pues es evidente que Rodrigo Caro no es un "dilettante"
renacentista sino, en puridad, uno de los primeros arqueólogos tanto por su
entusiasta curiosidad, como por su preparación humanística y clariver de
juicio.
Una aportación fundamentada en sus profundos conocimientos de los textos, preparación arqueológica en todos los aspectos y no menor en ninguno de ellos, exacto conocimiento del terreno que estudia y explora y, por supuesto, presencia a pie de obra. Porque nuestro sacerdote no escribe de oídas, nada más lejos de la realidad.
Él recorrió casi, casi, todas las localizaciones antiguas que refiere, de hecho, nos deja escrito: “Yo visité toda esta tierra —dice hablando de Niebla— y con cuidado miré los lugares en que había rastro de Antigüedad, y esta diligencia me dio paso para lo que discurrí en mi corografía, porque de otra manera no se puede acertar".
De entre su abundante obra le traigo tres referentes significativos, empezando por el que sin duda el utrerano ha pasado a la historia, una composición tempranera, por cierto.
‘Canción
a las ruinas de Itálica’ (1595-1614)
Y que le obsesionó durante toda su vida pues, desde que visitó los restos de la ciudad en 1595, llegó a realizar al menos cinco versiones conocidas a lo largo de casi veinte años. Una de sus dos obras más significativas, ésta que dedicó a las ruinas de Itálica, que probablemente sea la mejor de las muestras de la mejor de las poesías que dio el Barroco.
La misma en la que el utrerano, con su especial
sensibilidad, nos hace ver más allá de las simples ruinas, haciéndonos entrar
en contacto con la historia a través de los restos de la gran ciudad romana.
Justifican su extendida fama los numerosos motivos
ilustres y hallazgos expresivos de los que está pleno: la presencia del
interlocutor Fabio, aportando altura moral al texto; el ubi sunt
con sus interrogantes retóricos; el eco del nombre Itálica, sutil
recuerdo de Virgilio y Garcilaso; o la gravedad del tono y la
cuidada estructura de los versos.
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora / campos de soledad, mustio collado, / fueron un tiempo Itálica famosa. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 07
de abril de 2025, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.




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