(Continuación) Un panorama salutífero de lo más negativo que se intentaba combatir con una limitada medicina decimonónica hasta la llegada de la penicilina a mediados del siglo XX, y un sistema hospitalario basado en la beneficencia eclesiástica y con centros hospitalarios muy especializados.
Unas
deplorables circunstancias agravadas en el caso de Sevilla con el crecimiento
poblacional que experimentó a finales del XIX y comienzo del XX y que trajo
consigo la colmatación de su caserío motivado por la densificación en la
edificación residencial existente.
Un
continuo y progresivo hacinamiento de las clases populares en corrales o patios
de vecinos, con el consiguiente deterioro de las condiciones de salubridad que
dio pie al surgimiento de un cierto discurso higienista cargado de no pocas propuestas
prácticas destinadas a sanear la ciudad histórica.
‘Las ciencias adelantan que es una barbaridad’
Así lo cantan, y es verdad, en la conocida zarzuela La verbena de la Paloma, un sainete lírico subtitulado El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos, estrenada en 1894 con música de Tomás Bretón y libreto de Ricardo de la Vega.
Y con el nuevo
conocimiento empezó a producirse una progresiva medicalización de la sociedad, en la que
sus profesionales se convirtieron no sólo en importantes impulsores de nuevas
terapias y técnicas sanitarias. También trajeron a la ciudad avances médicos que
con el paso del tiempo se consolidarían como imprescindibles en la medicina.
Además, con sus iniciativas
fueron gestores del espacio urbano, tanto a nivel particular como
institucional, ya que redefinieron la tipología residencial sanitaria que había
de configurar una nueva ciudad.
Y así, a principios del siglo XX, la construcción de nuevos equipamientos sanitarios, tanto públicos como privados, vino a descongestionar el gran hospital de la ciudad de aquella época, el edificio renacentista del siglo XVI que conocemos como Hospital de las Cinco Llagas.
Adenda documentalista
A
reseñar que esta realidad sociológica sevillana, además del trabajo de Pulido, estuvo
prácticamente desconocida hasta que se publicaron: Tratado de higiene
(1917-25) de Antonio Salvat y Estudios médico-topográficos de Sevilla
(1882-84) del francés Philipp Hauser, ambos médicos activos en Sevilla en esos años.
De este último, como científico, adelantar que una calle en Sevilla lleva su
nombre, eso sí castellanizado, Felipe Hauser, y de su obra destacar que aún
en la actualidad, no existe una documentación sobre esa época que supere los
estudios realizados por él. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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