(Continuación) En 1806 publicó su primera obra didáctica, Compendio de los preceptos de la Aritmética, no olvidar que según algunos exégetas la primera vocación de Lista fue el estudio de las matemáticas, sin desdeñar por supuesto la literatura, especialmente, la poesía; y en 1807 fue nombrado interinamente catedrático de Retórica y Poética de la Universidad de Sevilla.
A finales de la segunda década del siglo decimonónico gana
por oposición la cátedra de Matemáticas en Bilbao (1818), publica la primera
parte de su obra Tratado de las Matemáticas puras y mixtas 1819 y, tres
años después, una segunda edición corregida y aumentada del Tratado de
Matemáticas puras y mixtas en 1822.
Su vida coincidió con la invasión física napoleónica y la
intelectual de las ideas ilustradas y afrancesadas que el sevillano hizo suyas le
trajo nos pocos problemas incluidos el exilio por “afrancesado” al acabar la Guerra
de la Independencia.
Comienzos
del siglo XIX (segundo cuarto)
El carácter humanista (ciencias y artes) de su formación desde los primeros años de su juventud le llevó ser miembro de varias de las numerosas academias que existieron en la Sevilla de su tiempo, y otras a nivel nacional.
Por ejemplo la Real Academia Española (RAE) que en
1827 le admitió como miembro honorario, al año siguiente le promovía a
supernumerario y en 1833 le hacía ocupar el asiento de la letra H como
académico de número.
Además dirigió la Real Academia de Buenas Letras de
Sevilla (1841), perteneció a la Real Academia de la Historia (1847)
y en 1844 tomó posesión de la cátedra de Matemáticas en la Universidad de
Sevilla, una plaza creada expresamente para él por la reina Isabel II;
la misma que da nombre oficial al que es conocido popularmente como Puente
de Triana.
Al año siguiente era nombrado doctor honoris causa en Filosofía y Teología, el mismo año que se creaba la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla de la que fue nombrado decano.
A pesar de los muchos avatares de su vida Lista
fue no solo uno de los poetas más célebres de la escuela sevillana y un
extraordinario docente, sino que pudo ver cómo muchos de sus alumnos se
convirtieron, con el tiempo y tras sus enseñanzas, en ilustres figuras del
panorama político y cultural de España; ciñéndome a la patria chica entre estos
destacar a Espronceda, Amador de los Ríos, Bécquer o Larra.
Sin duda, quien en 1803 empezó a utilizar,
literariamente, los seudónimos Licio y Anfriso fue una figura
señera de las humanidades españolas de finales del siglo XVIII y primera mitad
del XIX, una de la que ya le adelantaba nació lejos de la calle que intitula, nada
menos que en la orilla de poniente del río Guadalquivir, la del arrabal
trianero. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 20 de
mayo de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla
Actualidad.
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