sábado, 1 de junio de 2024

DCPS. Calle Ingeniero de la Cierva (2)

(Continuación) Ahí radicaba la diferencia entre ambas aeronaves, mientras que el avión tenía las alas fijadas al fuselaje, el autogiro las tenía fijadas a un rotor. Un prototipo, el CI, que no obstante nunca llegó a volar pues el rotor inferior giraba a menos velocidad de la prevista y necesaria, y el efecto giroscópico junto a la asimetría de la sustentación hicieron volcar el aparato.

Autogiros Cierva C2, C3 y C4 (1922)

Dificultades parecidas tuvieron los otros dos modelos que le siguieron y que tampoco volaron, el C2 y el C3, en los que la pala que avanzaba y la que retrocedía giraban a menos velocidad de la necesaria y suficiente.

La solución al problema de la sustentación del rotor llegó con la construcción del prototipo C4 en 1922, en el que de la Cierva incorporó una revolucionaria idea, la de articular las palas del rotor en su raíz; de esa forma eliminaba la causa del fracaso de los primeros prototipos, la fijación rígida de los rotores al cubo central, consiguiendo la fuerza de sustentación necesaria para elevar la máquina.

Aunque los primeros intentos con el C4 fueron infructuosos, los ensayos realizados en el túnel de viento de circuito cerrado del aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid, por aquel entonces el mejor de Europa, aportaron la solución.

Primeros vuelos con el C4 y C5 (1923)

Y el 9 de enero de 1923 se probaba con éxito el nuevo aparato en el aeródromo de Getafe, un primer vuelo que en realidad deberíamos llamar “salto”, uno de 183 m pero que sirvió para demostrar la validez de su idea científica-técnica para volar.

Fue algo parecido a lo que le ocurre a Supermán, ‘El Hombre de Acero’, que no vuela sino que pega grandes saltos, impulsos “supermánicos” que crean esa falsa ilusión, pero no, no vuela, aunque esa es una historia que habrá contar en otra ocasión.

Volviendo al murciano, y a finales de ese mismo mes, el C4 lograba recorrer unos 4 km, en más o menos 4 min, dentro del circuito cerrado del aeródromo de Cuatro Vientos y hacerlo a unos 30 m de altura, eso sí era volar.

Y en julio de ese mismo año, con el mismo motor pero instalado en un prototipo C5 conseguía llegar hasta Getafe, estamos pues de centenario; a partir de ese momento de la Cierva, que había financiado a sus expensas todos sus intentos, contó con una subvención del gobierno español.

Otros vuelos con el C6 (1924)

En este año el capitán Loriga, considerado uno de los mejores pilotos del momento, realizaba entre el 9 y el 12 de diciembre tres vuelos a bordo del autogiro consiguiendo permanecer en el aire más de ocho minutos, subir a cerca de doscientos metros de altura en Cuatro Vientos y hacer entre dicho aeródromo y el de Getafe, el primer viaje aéreo de una máquina para volar distinta al aeroplano.

Él fue también el encargado de hacer una demostración del nuevo autogiro ante el Rey Alfonso XIII, y en el artículo ‘El primer viaje del autogiro’, publicado en la revista Madrid Científico de 1924, de la Cierva describía esta hazaña.

No solo lo hacía como un éxito deportivo, sino como otra confirmación empírica, y mucho más completa que todas las anteriores, de las cualidades previstas. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 18 de diciembre de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

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