Este “enroque” arranca en la tercera corrida de toros de la pasada Feria de Abril de Sevilla y más en concreto con el excelente quinto toro, “Tabarro”, de 535 kg y desorejado por el matador David de Miranda, que en opinión de algunos mereció ser indultado; y en casi la de toda la plaza la de dar una vuelta al ruedo, si bien no es menos cierto que el astado se rajó al final de la lidia.
De ahí qué sin entrar en
polémicas, no soy la persona más adecuada como mucho un diletante de la cosa ésta,
sí hay un aspecto relacionado con ella que me atrevo a comentarle, solo desde
el punto de vista divulgativo científico de esta tribuna.
Obviando la importancia
que para el ganadero como profesional tienen ambos reconocimientos: sin duda la
vuelta al ruedo del toro durante el arrastre -pañuelo azul del
presidente, dadas las buenas condiciones del astado para la lidia, bravura y
nobleza- es un buen premio a su labor como criador en el campo.
Y por supuesto el indulto -pañuelo naranja presidencial, que en léxico taurómaco significa el reconocimiento al toro en grado superlativo, pues se le perdona la vida y no se culmina el tercer tercio.
El matador amaga entrar a
matar desarmado, salen los bueyes y el toro es devuelto a chiqueros; es lo que
se ha merecido por su raza, casta, temperamento, bravura, trapío y juego en la arena,
mantenidos además a lo largo de los tres tercios con el capote, el caballo, las
banderillas y la muleta.
En vez de darle muerte, el
astado pasa a los corrales para ser sometido a las curas iniciales y, en cuanto
es factible, ser devuelto al campo donde tras recuperarse del todo inicia una
nueva vida como semental, se le dedica a la reproducción cubriendo vacas.
Una función que deriva de la legislación española en materia taurina, según la cual el indulto debe favorecer “el destino de la res como semental y de preservar en su máxima pureza la raza y casta”. Por lo que el indulto de un toro, para un ganadero, además del reconocimiento de su buen hacer profesional supone también un premio pues continuará con él, en vida, la mejora de la ganadería.
De ahí que a los
ganaderos, tras la lidia de un toro que ha estado a punto de conseguir el
indulto, pero por las circunstancias que sean no lo ha conseguido, se le
escape, o al menos lo piense, un “me hubiera encantado llevarme el toro a casa”.
Y tanto.
Sin embargo, no todo está
perdido pues la legislación permite que se corten los testículos del toro en el
patio del desolladero, y se los lleve el ganadero a fin de extraer de ellos pajuelas
con las que inseminar artificialmente a las vacas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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