Para más de dos mil millones de personas el titular de hoy es una cuestión de fe y así, casi la tercera parte de la humanidad no necesita pruebas de que hace dos siglos, sobre la Tierra, caminó un hombre llamado Yeshua ben Yosef (Jesús, hijo de José).
Que fue carpintero, tuvo al menos un hermano, recibió el bautismo por parte de Juan el Bautista, fue seguido por discípulos y, al final de su vida, creyó ser el mesías-rey que Israel esperaba, razón por la cual fue condenado por sedición, crucificado y muerto.
Un hombre, Jesús de Nazaret, al que sus
seguidores llamaron Jesucristo, “Jesús el ungido”, Cristo en realidad no es ningún
nombre, se trata de un título y significa “ungido”.
Tampoco esas personas necesitan
pruebas acerca de la existencia de Jesucristo, el hijo de Dios, una persona divina híbrida entre
el Cristo celestial de los evangelios y Jesús, la persona humana de la
historia. En principio se trata de creer o no creer en sus existencias, algo
parecido a lo que ocurre con la existencia de Dios, si bien podemos hacer una
salvedad entre Jesús y Jesucristo.
Jesús de Nazaret. Personaje histórico
De quien para muchos sea, probablemente, el personaje más importante de todos los tiempos, entre los exégetas existe consenso acerca de su historicidad; ni siquiera los opositores romanos a la naciente secta cristiana negaron al Jesús humano nacido en el siglo I en Nazaret, Galilea, al norte del actual Estado de Israel.
De cuya
existencia no cabe la menor duda si bien sobre su vida, recogida en los
evangelios escritos mucho después de su muerte, existen múltiples
interpretaciones. Un problema derivado, entre otras causas, del hecho que las
investigaciones realizadas sobre él -me refiero a las históricas, no de la
mistificación de los textos sagrados-, comenzaron demasiado tarde, lo que
propició que su figura se difuminara entre lo real y lo fabulado.
Jesús de Nazaret existió al igual que Julio César o El Cid Campeador y tantas otras
personas de carne y hueso como usted y un servidor; un judío, eso sí, que se
proclamó el mesías, el rey, razón por la que en su cruz llevó la inscripción INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudæorvm, “Jesús Nazareno,
rey de los judíos”).
Dos claves de su historicidad
Un Jesús histórico que quizás nunca fuera consciente de que su figura llegaría a inspirar una religión, una en la que se educan miles de millones de personas en todo el mundo, veintiún siglos después de que exhalara por última vez.
Un hombre ajeno a cualquier
deseo de fundar ninguna creencia que existió, pero del que no hay registros de
nacimiento ni transcripciones del juicio al que fue sometido ni certificado de
defunción ni restos físicos, ni nada de nada. Aunque… (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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