(Continuación) El austríaco ocultista, esoterista y autodenominado clarividente entre otras actividades pseudocientíficas, Rudolf Steiner (1861-1925), quien a primeros del siglo XX fundó la antroposofía, un suspecto movimiento espiritual esotérico con raíces en la teosofía, otra que tal anda; ya le dije que en el salón había de casi todo lo que se pudiera imaginar.
El filósofo y jurista checo Oskar Kraus
(1872-1942) que, por hilvanar con la temática que nos trae, fue conocido por su
crítica a la einsteniense Teoría de la relatividad restringida; según
él, no era más que una acumulación de “absurdos”, entre ellos la constancia
de la velocidad de la luz (c), y de “ficciones matemáticas”, como
los nuevos operadores relativistas. Ya sabe que el antirrelativista andaba
algo, bastante, descaminado.
Y estotros salonistas del ‘Louvre’
El filósofo israelí nacido en Praga, Hugo Bergmann (1883-1975), uno de los asistentes más activos del café que terminó casándose con Else hija de Berta. Las reuniones en el mismo cesaron con el inicio de la Primera Guerra Mundial y cuando Hugo fue llamado a filas; con posterioridad se trasladó a Palestina, donde fue el primer director de la Biblioteca Nacional.
El íntimo y leal amigo de Kafka, el escritor,
compositor y periodista checoslovaco Max Brod (1884-1968), quien por
cierto utilizó la personalidad real de Einstein para pergeñar la
ficticia de Kepler, en su novela ´La redención de Tycho Brahe' de
1916.
El escritor expresionista praguense Franz Werfel
(1890-1945), casado con la compositora y editora musical austríaca Alma
Mahler-Werfel (1879-1945), quien anteriormente fue esposa del compositor y
director de orquesta austro-bohemio Gustav Mahler y del arquitecto Walter
Gropius, fundador de la Bauhaus. La bien casada.
Cierro esta presentación de conocidos y reconocibles en Praga con la inclusión de un no judío, el escritor checo Karel Capek (1890-1938) del que solo le recuerdo una pincelada científico-técnica: acuñó el nuevo término y moderno concepto de robot.
Kafka y Einstein
Cuando se vieron en ese salón literario de Fanta,
¿qué se dijeron los dos hombres? ¿de qué conversaron? ¿Qué sabían el uno del
otro? ¿llegaron a influirse mutuamente? ¿cómo se cayeron?
Les dejo estas preguntas en el aire porque, en las
correspondencias epistolares de estos dos símbolos, iconos populares de nuestra
era, no existe el menor rastro, ni la menor mención de este encuentro. Ni de
Einstein en la del autor de El proceso ni de
éste en la del genio relativista, de lo más sorprendente. ‘Soy libre y es
por eso que estoy perdido’. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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