No es la primera vez que este tema aparece por estos predios, pero no es menos cierto que hace ya un tiempo que no viene por ellos, de modo que por oportunidad y frecuencia temporales toca; por si no le apetece o no tiene tiempo ahora de repasarlos, permítame un prontuario mínimo relativo al tema, respecto a la diferencia entre los términos religiosos cristianos: reliquia, icono y falsa reliquia.
Reliquia: “Cuerpo de una persona santa, o parte
de él, que es venerado. Se consideran también reliquias, los ropajes y objetos
que pudieran haber pertenecido a dicha persona en cuestión o haber estado en
contacto con él”.
Icono o ícono: “Toda aquella representación religiosa
de Jesús, María, los santos, los ángeles, diferentes sucedidos bíblicos,
etcétera, realizada por el hombre”. Quiero decir con ello que pueden serlo una
pintura plana realizada sobre distintos soportes, pero también puede estar en
relieve, hecho de metal, esculpido en piedra, bordado, fabricado en papel, un
mosaico, un repujado, etcétera. De iconos tenemos llenas nuestras iglesias y
templos.
Falsa reliquia: “Reliquia impostada, de manera consciente o inconsciente, por el hombre”. Ciencia y fe.
Objetos
de culto y negocio
Por la documentación existente sabemos que el culto a las
reliquias se remonta a los primeros años del cristianismo, como una consecuencia
de las persecuciones sufridas por los mártires, unas reliquias alrededor de las
cuales siempre ha planeado la sombra de una duda.
La de si tras ellas hay una realidad histórica y una base
científica que pueda demostrar, como mínimo, su antigüedad o, si simplemente, son
fruto de la devoción desmedida o de lo que es peor aún, de ganapanes vendedores
de humo que quisieron sacar algún provecho económico.
Dado que se les atribuían facultades milagreras, pronto se convirtieron en objeto de prestigio para el lugar donde eran veneradas y una importarte fuente de ingresos procedente de los peregrinos que allí acudían en busca del supuesto milagro.
Devoción, milagros e ingresos económicos, los requisitos
necesarios para que
pícaros y estafadores montaran sus negocios alrededor, y donde también estaba la
propia Iglesia que alimentaba su comercio al autorizar, desde el siglo IV, la
fragmentación de los cuerpos de los santos para venderlos; eso sí, antes se
preocupó por difundir que, por pequeño que fuera el fragmento, mantenía su
virtud y facultades milagrosas.
Todo un negocio que duró hasta el siglo XIII en el que en
el Concilio de Letrán se prohibió el comercio y la veneración de
reliquias sin “certificado de autenticidad” que expendía, ya se lo puede
imaginar, únicamente la Iglesia. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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