(Continuación) Y sin salir del campus, en su flanco de poniente, existe un pabellón deportivo homónimo que, curiosamente, carece de un rótulo nominativo en su exterior que lo acredite, sí, como lo lee, estas cosas pasan y con don Santiago no será la única vez que nos ocurra.
Ya se lo cité hace unas semanas, me refiero al patio interior ajardinado ‘Santiago Ramón y
Cajal’ de
la hispalense Facultad de Medicina, pero esa es otra historia que habrá que
contar en otro momento. La que toca hoy es la del pabellón del que en realidad
tengo más bien poco que decirle pues es, más o menos, como mucho otros
pabellones.
Está cubierto, puede dividir su pista de forma transversal permitiendo
así la práctica de baloncesto y voleibol, posee pista sintética o está provisto
de una grada con capacidad para cuatrocientos espectadores. En fin, esas cosas.
Humillado en un pulso
Pero claro, falta el motivo mollar, el justificador de su presencia en esta tribuna pretendidamente divulgativa que es De ciencias por Sevilla, y ese no es otro que la faceta deportista de nuestro laureado nobel, una cara más del inquieto y díscolo Santiagué.
El “niño demonio”, metido siempre en mil peleas y que en su juventud no
mejoró pues con veinte años le dio por practicar culturismo, sí ha leído bien, ¿no le parece insólito?, y lo más curioso del asunto
es el motivo, una “chiquillada” en realidad.
Resulta que fue vencido en un pulso por un chico de ciudad, a él que se
consideraba un robusto montañés, y la verdad es que no se lo tomó nada bien,
vamos que lo consideró toda una humillación que exigía venganza, por lo que se
inscribió en un gimnasio de la Plaza del Pilar (Zaragoza) decidido a aumentar
lo más posible su musculatura.
Y tanto afán le puso, era muy perfeccionista, que terminó por adquirir una extraordinaria fuerza física y un más que marcado desarrollo muscular, tal fue la juvenil obsesión que cogió por el culturismo y el boxeo.
Culturismo y vanidad
Unas atléticas características que él mismo recoge en su libro Recuerdos
de mi vida (1917), al describirse de la siguiente forma: ‘Ancho de
espaldas, con pectorales monstruosos, mi circunferencia torácica excedía de
ciento doce centímetros (112 cm) y al andar mostraba esa inelegancia y
contorneo rítmico característico del Hércules de Feria’.
Y sobre las que
reflexiona: ‘De aquella época de necio y exagerado culto al bíceps guardo
dos enseñanzas provechosas: es la primera la persuasión de que el excesivo
desarrollo muscular en los jóvenes conduce casi indefectiblemente a la
violencia y el matonismo …’. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue
publicado el 24 de abril de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA,
del diario digital Sevilla Actualidad.
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