Seguro que le ha pasado en alguna ocasión, cercano ya el anochecer o dispuesto a acostarse. De repente, ¡zas!, clac, clac, clac, clac un particular sonido metálico proveniente del vecino de la planta de arriba, rompe el silencio de su hogar. Algo semejante a la caída de una canica que rebota contra el suelo cada vez con menos intensidad o al rodar de ella sobre él, ¿sí?
Es probable que entonces se haya hecho preguntas del tipo: ¿Me pasa únicamente a mí? ¿Las oigo solo yo? ¿A quién se le cae la dichosa bolita? ¿Son de acero o de vidrio? ¿Por qué se ponen a jugar a esas horas?
Aunque también es posible que haya caído en la cuenta de
que los vecinos de arriba no tienen hijos, o que son una encantadora pareja de
ancianos o, no le digo más, que el piso está deshabitado desde hace un año ¿Leyenda
o realidad?
Ni niño ni canicas
Por si tiene pensado en subir a quejarse a su vecino, y antes de iniciar un pequeño conflicto de convivencia en el bloque, sepa que su vecino no tiene nada que ver, que todos las escuchamos alguna que otra vez, y que se suelen oír a cualquier hora del día, si bien es cierto que las percibimos cuando más silencio hay, por ejemplo, por la noche.
¡Ah!, y lo más importante, no
lo producen canicas en movimiento, sea este vertical u horizontal, sino las tuberías del agua, como lo lee,
es cierto y así lo afirma y, por supuesto, demuestra la ciencia que aporta las correspondientes pruebas
necesarias y suficientes.
Por si no quiere meterse en
honduras científicas, vaya por delante que el ruido se produce cuando alguien del bloque cierra
bruscamente un grifo, o cuando una lavadora o un lavavajillas terminan su ciclo de
lavado y cierran la válvula correspondiente.
Presión hidráulica
Es entonces cuando las moléculas de agua, H2O (l) que se detienen en seco en el émbolo, son empujadas por las que vienen detrás y siguen aún en movimiento transmitiéndoles su energía cinética (Ec).
La misma energía que ellas a
su vez propagan a las tuberías metálicas, que empiezan a vibrar al absorberla,
y terminan emitiendo en forma de sonido metálico, es decir de ondas mecánicas que perciben
nuestros oídos.
Ese es el particular ruido que nuestro
cerebro percibe, solo que, al ignorar la causa que lo produce, lo interpreta
asociándolo con uno que sí conoce y “le suena”: el familiar sonido provocado
por el choque y rodadura de canicas contra el suelo de nuestros juegos infantiles;
un comprensible error de interpretación. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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