[Esta entrada apareció publicada el 18 de febrero de 2022, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Nada en absoluto porque le hablo del científico Isaac Newton (1642-1727), el hombre más decisivo en la historia de la Humanidad, junto a Albert Einstein y, quizás, Arquímedes.
Un personaje sobre
el que no escasean citas y anécdotas, y la del incidente perruno bien pudo ser
uno de los desencadenantes del oscurecimiento que, en sus facultades mentales,
sufrió el genio en la última década del siglo XVII.
Un acontecimiento doméstico que según ciertos historiadores tuvo que ver con el hecho de que un día, don Isaac, al marcharse a la capilla para cumplir con sus preceptos religiosos, se dejara una vela encendida sobre la mesa de trabajo. Y parece ser que en la ausencia su perro favorito, un tal “Diamand”, tiró la vela iniciando un incendio, un aciago accidente que destruyó gran cantidad de anotaciones, cálculos y manuscritos del científico que se encontraban en la dependencia.
Una desgracia para la ciencia ya que fueron insustituibles, y una de las causas de la gran depresión nerviosa del genio en 1692. Una caída intelectual que vino acompañada de una permanente crisis nerviosa, prolongados insomnios y un estado de irritación continuo que padeció durante dos años.
Un desastre intelectual irreparable. Y al que, de acuerdo con
otros historiadores, contribuyó también un revés más personal, el protagonizado
por la ruptura y distanciamiento que, hacia 1693, experimentó su amistad con el
joven matemático y astrónomo suizo Fatio de Duiller, iniciada una década antes.
Un discreto científico y admirador de la teoría de la gravitación newtoniana que fue su compañero en el amor por las matemáticas, la investigación y los animales; una amistad íntima que algunos historiadores consideran de tipo sentimental y que terminó por romperse en 1694.
Recordemos que Newton cayó en una gran depresión un par de años antes,
coincidente con las fechas en las que Fatio marchó de su lado. Sí, quizás fuera
otro detonante, podría ser.
A propósito del incendiario incidente perruno,
le dije que la pérdida de sus trabajos le produjo una impresión tan penosa que
enfermó su cuerpo y debilitó su inteligencia durante algún tiempo, sin embargo,
ateniéndonos a los comentarios de algunos presentes, y ante la vista del
irreparable desastre producido, el genio se limitó a decir: ‘¡Ah Diamante,
Diamante, nunca sabrás el daño que me has hecho!’. A saber.
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