[Esta entrada apareció publicada el 03 de diciembre de 2021, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Aparecen formuladas por primera vez en el relato ‘Runaround’, publicado en Astounding Science Fiction en marzo de 1942 y resultan ser unas leyes imaginarias propuestas por Isaac Asimov para, supuestamente, controlar el comportamiento de los robots. Aunque estarían impresas como formulaciones matemáticas en los circuitos positrónicos de sus cerebros, la forma en la que se enuncian sólo es una convención cualitativa. Y eso que con ellas se pretende evitar la aparición de robots asesinos o, cuanto menos, desobedientes. Ya ve.
No, no está claro de quien son las leyes. Asimov se las
atribuye a su buen amigo y editor John W. Campbell quien, dice él, se
las contó en una conversación que sostuvieron a finales de 1940. Sin embargo,
el editor dice que no, que el divulgador ya las traía pensadas y que lo que
hicieron fue darles un aspecto más formal. A lo que Asimov contesta que no, que
fue…
En fin, vaya usted a saber quién dice la verdad. Por lo que sé de ellos fueron dos cachondos mentales (perdone), de forma que mucho me temo nos quedaremos sin saber la verdad. Y lo cierto es que poco importa. Porque lo que interesa es que estén. Ahí van sus enunciados: Primera Ley: “Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que éste sea dañado”. Segunda Ley: “Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando estas órdenes entren en conflicto con la Primera Ley”.
Tercera Ley: “Un
robot debe proteger su propia existencia hasta donde esta protección no entre
en conflicto con la Primera o la Segunda Ley”. Y una más. Con
posterioridad, en ‘Robots e Imperio’ (1984), novela que combina el
misterio y la ciencia ficción, Asimov amplió esta legislación robótica
mostrándola como una reflexión filosófica-positrónica de los robots de última
generación, los más sofisticados.
Considerada como una ley definitiva, con prioridad sobre las anteriores, la llamó Ley Cero: “Un robot no puede realizar ninguna acción, ni por inacción permitir que nadie la realice, que resulte perjudicial para la humanidad, aun cuando ello entre en conflicto con las otras tres leyes”. Un tipo genial este Isaac Asimov, sí, pero este ingenioso sistema de órdenes robóticas me recuerda mucho, y lo que es peor, sospechosamente, la idea fundamental de todas las religiones: “No tendrás otro Dios que Yo”.
Así que precaución. De hecho, yo lo dejo aquí,
por ahora. No son tres sino cuatro y me queda contarle el origen de la palabra
robot y la ciencia que hay dentro de los cerebros positrónicos. Habrá que
volver sobre este asunto, mientras le dejo con ésta que quizás le suene: ‘Habrá seres humanos con mini
robots en el cerebro’.
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