“Me gustan la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica / porque no las entiendo, / porque hacen que tenga la sensación de que el espacio vaga / como un cisne que no puede estarse quieto, / que no quiere quedarse quieto ni que lo midan; / porque me dan la sensación de que el átomo es una cosa siempre impulsiva, / que cambia continuamente de idea”. (Relativity, poesía [CR-134])
Por si no cae en este momento o no le apetece releerlo,
le recuerdo que se trata del poema ‘Relativity’, incluido en el libro Pensamientos
de 1929 (en inglés Pansies), del
conocido y polímata escritor inglés D. H. Lawrence (1885-1930), autor
entre otras bondades literarias, como seguro sabe, de: El amante de Lady Chatterley (1928), El
arco iris (1915), Hijos y amantes (1913), etcétera.
Pues bien, ya de la que va y en la misma línea de interés
científico del poeta, le pongo sobre aviso acerca de otros dos poemas en los
que, como en ‘Relativity’, muestra también su visceral reacción ante la
“nueva física” de principios del pasado siglo XX.
Me refiero a ‘The Sane Universe’ (El universo cuerdo), sobre la cordura del átomo, del espacio, del electrón, y a ‘The Third Thing’ (La tercera cosa), acerca de la composición química del agua). Pero vayamos por parte, como me dice mi carnicero al preguntarme: “¿Por dónde corto, Don Carlos?”.
Relatividad,
ciencia
Tras la lectura del poema que nos trae,
resulta más que evidente la presencia implícita de otra mente brillante junto a
la del escritor, en este caso la del genial y archiconocido físico alemán Albert
Einstein (1879-1955), autor de dos teorías relativistas.
La publicada en 1905, Teoría de la
Relatividad Especial (TRE) y, posteriormente, la Teoría de la
Relatividad General (TRG) publicada en dos artículos, “Sobre el
movimiento acelerado y la gravitación” (1915) y “El fundamento de la
teoría general de la relatividad” (1916).
Bueno pues, he aquí, uno de esos nexos que sabe me gustan y no poco. Arte y ciencia. Ciencia y arte, juntos. Es decir, humanidades. Lo que hacemos los humanos, marchando en este caso de la mano y en un blanco sobre negro digital como éste, pretendidamente divulgador.
Estará conmigo que en principio no está mal la idea, no, nada
mal. Se trata de un vínculo entre el arte de la literatura y la ciencia de la
física moderna o, por precisar más, entre poesía, relatividad y cuántica. Bien,
pero, ¿cómo se produjo esta aproximación humanística?
En busca
de los orígenes
Por lo que tengo leído fue el 15 de junio de 1921 -un día como hoy martes, solo que entonces cayó en miércoles, así que estamos de centenario-, cuando “se encuentran” ambos hombres en la ciudadalemana de Baden-Baden.
Y lo hacen cuando el escritor inglés empieza a leer ‘Relativity: The Special and General Theory’ del físico alemán, publicado en inglés por primera vez el año anterior, y que había recibido ese mismo día. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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