De todos es conocida la labor científica y divulgadora llevada a cabo por el polifacético británico Richard Dawkins (1941), este año por cierto celebra su octogésimo aniversario, en campos tan diferentes como la biología evolutiva, el creacionismo o la religión.
En concreto, ésta última,
fue uno de los campos en los que su compromiso social, vaya por delante que es ateo
militante, le llevó a centrarse para combatir las religiones de una forma, para
algunos, algo agresiva y carente de cierto fundamento cultural y finura
estilística. Ni que decir tiene que para gustos los colores.
En su opinión es casi una certeza la no existencia de un creador sobrenatural, por lo que la creencia en un Dios personal no es, ni más ni menos, que un delirio, una persistente falsa credulidad.
En este sentido, el del británico, es mi prescindible parecer, roza el
pensamiento de quien, con solo nueve años de edad “gozaba” de un cociente intelectual de 170, me refiero al escritor
estadounidense Robert M. Pirsig (1928-2017).
De él es la frase, ‘Cuando una persona sufre de delirio se le llama locura. Cuando muchas personas lo sufren se le llama religión’, ahí la dejo, como también le digo que del británico son unas curiosas leyes que aparecen, al menos, en dos de sus libros publicados este siglo.
Me refiero a ‘El
espejismo de Dios’ (2009) y al más reciente y penúltimo por ahora ‘La
ciencia en el alma’ (2017), en los que Dawkins nos muestra su pensamiento
religioso al respecto que sublima en cuatro leyes.
“Leyes de la Invulnerabilidad Divina”
1.ª
Ley: Cuando la comprensión
se expande, los dioses se contraen. Pero luego se redefinen para restaurar el
‘statuo quo’. 2.ª Ley: Cuando
las cosas van bien, se le agradecerá a Dios. Cuando las cosas van mal, se le
agradecerá que no vayan peor’.
3.ª Ley: La creencia en la vida después de la muerte solo se puede demostrar que es verdadera, nunca errónea. 4.ª Ley: La furia con la que las creencias insostenibles son defendidas es inversamente proporcional a lo defendibles que son.
Unos asertos de los que se
puede extraer una suspecta conclusión, aquella de que Dios nunca pierde, y que me resulta familiar, así a vuela
tecla, a través de un par de antecedentes.
Apuesta de Pascal y ordalía
Uno es el de la archiconocida
apuesta
de Pascal de mediados del siglo
XVII, elaborada por el polígrafo francés Blaise Pascal (1623-1662) y según la cual, por decirlo de forma breve, es mucho mejor “apostar” por creer en Dios que no
hacerlo.
El argumento pasa por exponer que, si Dios no existe, pues no pasa nada por haber creído lo contrario, pero, si no es así y existe, dicha creencia se vería compensada y recompensada por una gran ganancia. Ni más ni menos que la gloria eterna o eso dicen, signifique ésta lo que signifique.
El otro es anterior -pertenece
a la Edad
Media o Medievo, período histórico de la civilización
occidental comprendido entre los siglos V y XV-, y se le conoce como ordalía o Juicio de Dios, una institución jurídica encargada de dictaminar,
atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o culpabilidad de una
persona o cosa.
Para gusto los colores, le
decía más arriba, y para colores las flores, le pongo negro sobre blanco ahora.
Ya me dirá que piensan al respecto.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
La invulnerabilidad de Dawkins, ¿guarda algún tipo de relación con la 'apuesta de Pascal?
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