lunes, 25 de enero de 2021

Aspirina. Música, teatro y cine

(Continuación) Ya en esa segunda década del siglo XX era conocida la fe ciega que el tenor italiano Enrico Caruso (1873-1921) tenía en ella, para aliviar sus dolores de cabeza y prevenir los resfriados, tanto es así, que exigía a los empresarios que le contrataban tenerla siempre a mano en el camerino.

En otro orden de asuntos apuntar que Caruso fue el primer vocalista en realizar grabaciones sonoras de canciones, se estiman cerca de 260, que se reproducían en gramófonos de discos planos que giraban con una frecuencia de 78 rpm, y cuya venta le hicieron millonario en dólares. Pero no quedó ahí la cosa.

En boca de todos

Aspirina como nombre propio es mencionada en la obra musical ‘Chicago’ (1975), de la que se hizo una película homónima en 2002; en concreto aparece en la canción All that jazz donde dice: “Hold on hun we’re gonna bunny hug, I bought some Aspirin down at united drug. In case we shake apart and wanna brand new start to do that Jazz”.

Y en español, el cantautor Joaquín Sabina (1949) la cita en piezas como: Eh Sabina (1984), “leche con aspirinas, no, / dame sexo y rock and roll”; o Zumo de neón (1987), “El grueso de la tropa / se afeita para ir a la oficina, / los jefes van de coca, / los curritos de tinto y aspirinas”. La, quizás, canción más popular de Juan Luis Guerra (1957), en una de sus estrofas dice: “Y no lo quita la aspirina” / ¡no! Ni un suero con penicilina / Es un amor que contamina / ¡Ay! Me sube la bilirrubina” (1990). O algo así.

Tal fue la popularidad de este medicamento que su presencia pasó al propio cinematógrafo, nada menos que con el cineasta británico Alfred Hitchcock (1899-1980). Fue en la película Psicosis (1960), donde Caroline, personaje interpretado por su hija Patricia, dice: “Tengo algo, no Aspirina. El médico de mi madre me las dio el día de mi boda”.

Y con posterioridad en la película de 1972 Play It Again, Sam, traducida por Sueños de un seductor y también conocida como Aspirina para dos, basada en una obra de teatro homónima de Woody Allen (1935).

Otros reconocimientos

Es evidente que si una determinada marca de un producto tiene tanta publicidad gratis y de gente tan notable, debe ser por algo, y así lo reconocía a finales de la primera mitad del siglo XX el ‘Guiness Book of World Records’, cuando publicó en 1950 que se trataba del fármaco más vendido en el mundo. (Continuará)


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