Aunque la razón de aparecer en este negro sobre blanco digital pertenece a las postrimerías de la segunda década de este siglo XXI, el gobierno socialista de Sánchez y a los terribles tiempos de pandemia (COVID-19) coronavírica (SARS-CoV-2) que nos está tocando vivir, la de su existencia, en realidad, se remonta al inicio del ya antañón tercer cuarto del siglo pasado y los tiempos de la dictadura franquista. Así que ha transcurrido bastante tiempo y es mucho lo que ha llovido desde entonces.
Antecedentes históricos
En concreto la
intrahistoria de esta historia arranca en 1947 con la promulgación de la Ley
de Sucesión en la Jefatura del Estado, donde se establecía que España era
un Reino sin Rey, de ahí que Francisco Franco (1892-1975), a la
sazón jefe del Estado, se arrogara como regente de facto el derecho de
conceder, rehabilitar y transmitir títulos nobiliarios a quien quisiese,
mediante la quinta de sus Leyes Fundamentales.
Si bien no fue hasta un año después, cuando se promulgó el decreto que restablecía la legislación nobiliaria de la restauración, derogada por la Segunda República Española mediante el artículo 25 de la Constitución de la II República Española de 1931 que abolía dichos títulos. Era el principio de la historia.
Revisado a vuela
tecla, fueron cerca de cuarenta los títulos nobiliarios concedidos entre 1947 y
1974, con la justificada justificación de reconocer determinados méritos y
hazañas a personas afines, claro, pertenecientes a diferentes estamentos
sociales: militares, políticos, empresarios, intelectuales, falangistas, científicos,
artistas y hasta un religioso hubo. Vamos, que de (casi) todo hubo, como en la
viña del Señor.
Con dicha
justificación le decía, y con la misma intencionada intención le digo ahora, que
tienen siempre estos reconocimientos los otorgue quien los otorgue, que no es
otra que la de recompensar por servicios prestados y satisfacer vanidades con
la admisión en ese selecto club de la alta alcurnia española que es la
aristocracia.
Nobleza de Franco
No le canso con la relación de todos ellos, pero le pongo negro sobre blanco, agrupados y en orden cronológico, algunos que seguro le sonará y ubicará socialmente por su reconocida actividad.
En los comienzos del
régimen. Duque de Calvo Sotelo (1948), concedido a título póstumo a
favor del político José Calvo Sotelo. Duque de Primo de Rivera (1948),
concedido a título póstumo a favor del político José Antonio Primo de Rivera y
Sáenz de Heredia, creador de la Falange. Conde del Jarama (1950), a
favor de Joaquín García-Morato. Marqués de Queipo de Llano (1950), a
favor de Gonzalo Queipo de Llano. Conde de Arruga (1950), a favor de
Hermenegildo Arruga Liró cirujano oftalmólogo y retinólogo. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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