Son muchas las
actividades de ocio, descanso o deportiva que se pueden realizar en una playa
durante un verano -bueno, bien pensado y por desgracia, no tantas en éste de la
enfermedad COVID-19 originada por el coronavirus SARS-CoV-2-, y a nadie escapa que entre ellas, la
construcción de un castillo de arena sigue
siendo todo un clásico.
Uno que forma parte de
nuestras vidas desde la más tierna infancia y es que, a todos los niños que en
el mundo han sido, son y serán les encanta hacerlos con sus pequeños utensilios
(cubos, palas, rastrillos). Una actividad que resulta además didascálica pues en
su ejecución, por muy sencillas y elementales que dichas construcciones sean, pronto
aprenden, aprendemos, vía empírica, los principios arquitectónicos más funcionales
e imprescindibles de dicho empeño.
Entre ellos, aparte de
la omnipresente y fluida arena, pronto se hace necesario
otro material no menos omnipresente y también fluido, el agua, y con ella su adecuada mezcla de la que dependerá
en buena medida la consistencia y duración de nuestra edificación. Relativo a esta
combinación y a poco que lleve mano a la obra, pronto intuirá que hay que humedecer la arena y compactarla de
vez en cuando, a fin de que se peguen los granos de arena.
Un afán en el que juega
un papel primordial el tipo, número, tamaño y calidad de las herramientas que utilice, y le prevengo, no considere una cuestión
menor este detalle instrumental pues, si se equivoca, se arrepentirá. Recuerde que
el diablo está en los detalles.
Por último, y por ahora,
está la elección del lugar donde llevarla a cabo, naturalmente es de elección
libre si bien habrá de tener presente que deberá estar entre las líneas de la marea alta y baja. También habrá de tener en cuenta si ésta está
subiendo o bajando, a fin de no llevarse sorpresas con el oleaje debido a su proximidad
o alejamiento.
Arena seca, arena húmeda y arena
mojada. Saber popular
Un saber experimental que
guarda una estrecha relación con el agua: resulta imposible de
toda imposibilidad construir un castillo sólo con arena seca, siendo necesario mojarla pero eso sí, en su justa medida, si acaso un
poco más o algo menos. De todos es sabido que si está seca, lo más que se consigue
es un montículo desparramado, y si está mojada, arena muy mojada, entonces
la construcción no soportará su peso y
se desmoronará o derrumbará.
Sólo la arena húmeda en la proporción adecuada, no debe rezumar agua, mantiene la estructura castillera y puede moldearse, es como si el agua actuara a modo de especie de
pegamento o cemento entre los granos de arena. Resulta evidente, no es un
secreto para nadie, que arena seca y arena húmeda tienen algunas propiedades
físicas bien diferenciadas como, por ejemplo, la de la fluidez.
Mientras está seca la
arena fluye, resulta difícil de atrapar, se nos escapa de las manos o forma
dunas que avanzan como las olas -sí, no tan rápido como ellas, pero lo hacen-.
Una fluidez que cambia cuando está húmeda por contacto con un líquido, por
ejemplo agua, entonces deja de hacerlo, se apelmaza y hasta se deja moldear ¿A qué se debe esa diferencia de comportamiento? (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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