A finales de marzo me llegaba al blog en
forma de comentario, la pregunta de la primera parte del titular y, dadas las
circunstancias que nos están tocando vivir, puede que tenga cierto sentido y
valor divulgativo su presencia en este enrocado negro sobre blanco. Así que
vamos con ello.
Dormir con plantas en el dormitorio ¿es realmente
malo para la salud o por el contrario es beneficioso o quizás se trata de una
circunstancia ajena a la cuestión salutífera? Le planteo esto porque existen opiniones
escritas para todos los gustos y, estará conmigo, esto es algo que resulta poco
tranquilizador.
En cualquiera de los casos yendo a lo
mollar, ¿por qué es así? Es más, ¿desde cuándo tenemos esta idea? Otro sí, ¿cómo
ha evolucionado esta leyenda urbana, al pasar de la oscura
credulidad y penumbrosa creencia, a la clarividente lógica
y la transparente ciencia?
Bien, asentadas las bases
vayamos por parte o lo que es lo mismo, iniciemos
esta andadura como quien dice ‘montando la leyenda urbana’. Por cierto, a
propósito, y ya de la que va ¿qué es una leyenda urbana?
Una
expresión en busca de definición
Hasta donde sé, no existe consenso a la
hora de aceptar una definición de lo que se entiende con esta expresión de leyenda
urbana y es que, desde siempre, las definiciones, todas, le han creado
problemas al hombre. Por eso este homo sapiens, en cuanto puede las
sustituye por descripciones, que no es que sean igual, pero vienen a ser lo
mismo y además resultan más sencillas.
Es lo que ha sucedido con el tema que le
traigo hoy, y al hacerlo se ha visto que todas estas historias, residentes en
el inconsciente colectivo de la humanidad, aparte de pasarles siempre a
un amigo de un amigo de quien te lo cuenta y de no aportar ninguna prueba cierta
de su realidad, resultan que las aportadas son demasiado buenas para ser
verdad.
Seguro que alguien le ha contado que le
habían dicho que en las alcantarillas de Nueva York viven cocodrilos. O que el
fantasma de una autoestopista se suele aparecer en una determinada curva y a
algunos conductores solitarios. O que una familia que volvió de la India con un
perrito encantador, descubrió con horror que, en realidad, lo que se habían
traído era una rata del rio Ganges. O…, no le canso, así ad infinitum.
Y todas ellas son historias reales al decir
de su interlocutor, claro. Pero me quedo con lo que le dije, ni una sola prueba
a su favor o, de haberla, es demasiado buena para ser cierta. Dos leyes
inviolables en estos temas, porque esa es otra. Las leyendas urbanas tienen sus
propias leyes y ninguna de aquellas que se precie de serlo se atreve a violar a
algunas de éstas, unas reglas dicho sea de paso que terminan por perfilar sus
rasgos característicos. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
muy bien elegido el tema que me interesa mucho. espero con impaciencia el resto de las entradas.
ResponderEliminar