(Continuación) Y recordemos su baja temperatura, lo que
explica que fuera un “fuego que no arde”, ese brillo que se les aparecía
a
los antiguos marineros, en suspensión alrededor de los mástiles, a modo de halo
fantasmagórico y que no producía incendios.
Visto así, y salvando las diferencias, no andaba muy
descaminado en su desconocimiento el naturalista Plinio el Viejo (23-79) al
asociar, en su Naturalis historia (74), el fuego de San Telmo con estrellas
en las vergas de los barcos, de uno en uno o de dos en dos. Al fin y al cabo,
las estrellas son esferas luminosas de plasma con esa forma aproximada
debido a su propia gravedad.
Y para muestra un botón, que tenemos bien a la vista, la
estrella más cercana a la Tierra, el Sol.
Por otro lado, desde el punto de vista electromagnético,
la intensidad del fenómeno justifica la alteración que sufría la brújula
cuando se formaban los fuegos de San Telmo, y que tanto desasosiego producía en
la tripulación, con toda razón sea dicho de paso.
Plasma
en el día a día
En la actualidad es bastante fácil encontrarnos con este
cuarto estado de la materia tras el sólido, líquido y gaseoso, y así, se forma
de manera espontánea en las líneas de alta tensión, manifestándose como
un halo luminoso, es el mismo efecto de las lámparas de descarga. También
lo podemos observar en los prácticos tubos fluorescentes y en las
divertidas bolas de plasma.
Y aunque no tan fácil de ver, el ‘Fuego de San Telmo’
también aparece en el morro, cabina y alas de los aviones
en pleno vuelo, cuando se adentran en el campo eléctrico de una tormenta que
causa la ionización de las moléculas del aire y que separa los electrones,
creando una descarga electroluminiscente o electrometeoro.
Un fenómeno inofensivo para los aviones actuales, pero
que no siempre fue así y basta pensar para ello, en los antiguos dirigibles
rellenos de gas hidrógeno (H2), tan peligroso por su altísima
inflamabilidad. Seguro que se le ha venido a la memoria el accidente en
Nueva Jersey del zepelín Hindenburg, todo un símbolo de aquella
época y que tuvo lugar el 6 de mayo de 1937, pereciendo treinta y seis (36)
personas. Probablemente el ‘Fuego de San Telmo’ fuera la causa del incendio,
recuerden su íntima relación con las descargas eléctricas.
Me cuentan que el fuego del santo también puede aparecer
en las cimas de las montañas, en los objetos afilados en mitad de un tornado y
hasta en las puntas de los cuernos del ganado durante las tormentas eléctricas,
si bien es muy poco frecuente.
Bueno pues hasta aquí lo que les puedo contar del asunto,
doscientos setenta (270) años después que Benjamin Franklin nos hiciera
observar en 1749 su naturaleza eléctrica. Sin duda las ciencias
avanzan que es una barbaridad.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
De lo más completo y entretenido que había leído hasta ahora. Enhorabuena. Gracias.
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