Hace un año y un mes
aproximadamente -al escribirles de julio, primera de estas ‘Ciencias
a la roteña’ dedicada a los meses, y cuarta de la serie de la que es ya la
quincuagésima primera-, les decía que son los dos únicos meses de nuestro
actual calendario gregoriano, con nombres derivados del de una persona.
El que nos trae lleva
nada menos que el del primero de los emperadores romanos, César Octavio
Augusto, que se lo puso en su honor porque, al parecer, algunos de los más
afortunados acontecimientos de su vida ocurrieron en este mes. Lo hizo en el 24
a. C. imitando al fallecido Julio César quien, veintiún años antes había
hecho lo propio con el quinto mes, ‘quintilis’, que con él pasó a
llamarse ‘lulius’, julio, en homenaje a la familia Iulia a la que
pertenecía, a la vez que ocupaba el séptimo lugar en el calendario juliano.
Pues exactamente igual
hizo Augusto con el mes siguiente, llamado ‘sextilis’ por ocupar el sexto
lugar en el calendario romano primitivo, y que desde entonces se llamó ‘augustus’,
nuestro octavo agosto. Sin embargo, parece ser que no quedó contento del todo, al considerar
que no estaba en igualdad de reconocimientos con su predecesor. Y es que ‘iulius’
tenía 31 días y ‘augustus’ solo 29, lo que en su opinión era inadmisible.
De acuerdo que Julio
era mucho César, de acuerdo, pero él no le andaba a la zaga pues había vencido
a Cleopatra y Marco Antonio, y entrado triunfador en Roma. Así que, ni corto ni
perezoso, movió días, alteró meses, y consiguió que el suyo tuviera también
treintaiuno. Misma gloria imperial, misma duración mensual debió pensar, y así
seguimos dos mil años después, con los mismos días cada uno.
Pero claro Julio, el
emperador, siempre irá por delante ya que él fue quien mandó crear el
calendario juliano, a fin de sustituir al primitivo calendario romano,
lunisolar como el griego y por tanto muy inexacto, lo que obligaba a añadir
cada cierto tiempo algún que otro día para ajustarlo.
Y eso lo hacían los
gobernantes, ya se lo pueden imaginar, según les daba: por mero capricho
personal, por espurios intereses privados o por conveniencia pública para
alargar o acortar los periodos electorales.
Se ve que el hombre
apenas ha cambiado en su condición, y que los políticos han sido siempre
iguales, independiente de la época en la que hayan vivido. El caso es que, como
consecuencia de estas irregularidades, el calendario llegó a desajustarse tanto
que, cuando él señalaba el comienzo del invierno, la primavera ya florecía en
los campos.
Un desastre, ya se
pueden imaginar. Lo dejo aquí, que estamos a finales de julio y, como dice la
supuesta y holmesiana cita: ‘Elemental, mi querido Watson’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si
desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 26 de julio de 2019, en la contraportada del semanario Viva Rota,
donde también la pueden leer.
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