Cuando esta columna salga a la calle llevaremos casi un día y medio
inmersos, y ya de pleno derecho, en la primaveral estación astronómica, si bien
a nadie escapa que son algunos más los que, de hecho, llevamos en la
meteorológica. Que no es igual, aunque parezcan lo mismo, lo astronómico y lo
meteorológico. Es así desde el 20 de marzo -a las 22 h y 58 min hora oficial en
Península y Baleares, las 21 h 58 min en Canarias-, cuando tuvo lugar el
equinoccio de marzo. Con él se inicia una estación
astronómica que durará 92 días y 18 horas, terminando el 21 de junio con el
comienzo del verano. Es lo que tiene la primavera, que dura lo que tarda en
llegar el verano.
Una fecha de inicio que no es siempre la misma, pues a lo largo de este
siglo caerá entre los días 19 y 21 de marzo. La más tempranera lo hará en sus
postrimerías (2096), ya veremos quienes están aquí para ratificarlo, y la más
tardía ya ocurrió pues fue en el 2003. Unas variaciones que obedecen a la
necesidad de ajustar la duración del año
calendario (unos son bisiestos y
otros no), con la de cada órbita de la Tierra
alrededor del Sol o año trópico. Son exigencias matemáticas
de la cinemática celeste.
Y como muchos de los asuntos humanos, estos inicios son frutos de un
acuerdo. Por convenio se han hecho coincidir con aquellos instantes en los que el
planeta ocupa determinadas posiciones en su órbita alrededor del Sol. En este
caso, con aquella en la que el centro del astro, visto desde la Tierra, cruza
el ecuador celeste en su movimiento aparente hacia el norte. Entonces, la
duración del día y la noche prácticamente coinciden, de ahí que se le conozca
como equinoccio (del latín ‘aequinoctium’, noche igual).
Naturalmente, esto que les digo es para el hemisferio norte porque, justo en
ese mismo instante, pero en el sur, lo que se inicia es la estación otoñal. Una
cuestión de perspectiva.
Y para que no la pierdan, les recuerdo que el término equinoccio se
corresponde con un hecho singular, con una coincidencia espacial que dura sólo
un momento. Así que no es una fecha, ni dura un día entero, aunque llamemos así
al día en el que ocurre ese fenómeno fugaz. Sí, el cambio astronómico de
estación se produce instantáneamente. Por el contrario, el cambio meteorológico
no ocurre de forma tan repentina. A causa del doble y continuo movimiento de rotación y traslación del
planeta, se produce de forma gradual y constante con el transcurrir de días,
semanas y meses. Les dejo con una orteguiana, ‘Ciencia es todo aquello sobre lo cual cabe discusión’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 22
de marzo de 2019, en la contraportada del semanario Viva Rota,
donde también la pueden leer.
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