Canudo y el cine. Si bien desde la misma Antigüedad
las artes estaban simbolizadas por las nueve (9) musas de las Artes y las
Ciencias, ya a mediados del siglo XVIII, el filósofo D. Diderot redujo tan extenso número a tan solo cuatro (4), que cita
en su archiconocida Enciclopedia: arquitectura,
escultura, pintura y grabado.
Una clasificación que modificaría poco
después el también filósofo G. Hegel,
y que es la que existe en la actualidad, a saber: arquitectura, escultura,
pintura, música, danza y poesía. Nada más que éstas, es la lista oficial. Sólo
seis (6), ni una más ni una menos, de ahí que sorprenda, porque nadie ignora,
que al cine se le denomine ‘séptimo arte’ ¿Cómo es esto posible? ¿Desde cuándo
es así? ¿Estamos ante una nueva paradoja? ¿Es el cine el séptimo arte?
Como ya imagina- y dado que cada día tiene su
afán, en el que todo hombre pone su empeño-, éste del ordinal artístico es el
que toca hoy, y con su permiso me pongo a ello. Por lo que sé, la citada
expresión apareció, por vez primera, en 1911. Lo hizo en el ‘Manifiesto de las
siete artes’ de Riccioto Canudo,
un pionero en el campo de la crítica y de la teoría cinematográfica, que
anticipó la llegada tanto del sonido como del color a la gran pantalla.
Sin duda fue un cinéfilo vidente e
incomprendido que, a pesar de los recelos intelectuales e ‘intelectualoides’ de
la época, reconoció en el cine un arte. Sí, un arte neonato y aún inmaduro para
la teoría, de acuerdo, pero un arte en su opinión, y es que el italiano tenía
su particular punto de vista al respecto de la lista artistera.
Consideraba que solo arquitectura y música
eran artes fundamentales y que pintura y escultura complementaban a la primera,
así como poesía (el esfuerzo de la palabra) y danza (el de la carne) lo hacían
a la segunda. Ya ve que se trata de una estructuración de lo más imaginativa,
aunque sólo sea por lo sugerente. Y por supuesto, el cine.
La culminación de los seis, el séptimo arte.
Casi nada. Un lugar qué, ya se habrá dado cuenta, ni es oficial, ni está
reconocido. Pero que ahí está. Total, qué más da, es sólo cine. (“¿El cine es un arte? ¡Y eso qué puede
importar!”. J. Renoir).
“Bueno, nadie es
perfecto”. Es
la última frase del diálogo de la escena final de la película ‘Con faldas y a lo loco’ dirigida por Billy Wilder. Sí, la que discurre en el
coche entre Osgood (Joe E. Brown) y
Jerry (Jack Lemmon). Del director poco
que decir, salvo que es un genio con el que pocos, muy pocos, no querrían ser
comparados. Y de la escena nada que comentar, pues se trata de una delicia
cinematográfica, un detalle sobre lo que es el cine, o al menos así me lo
parece. Ahí va.
Osgood: Hablé con mamá. Se puso tan contenta
que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje.
Jerry: Eh, Osgood, no puedo casarme con el
vestido de tu mamá. Ella y yo... no tenemos el mismo tipo.
J: Oh, no hace falta. Osgood, he de ser
sincera contigo. Tú y yo no podemos casarnos.
O: ¿Por qué no?
J: Pues... primero, porque no soy rubia
natural.
O: No me importa.
J: Y fumo. ¡Fumo muchísimo!
O: Me es igual.
J: ¡Tengo un horrible pasado! Desde hace tres
años estoy viviendo con un saxofonista.
O: Te lo perdono.
J: Nunca podré tener hijos.
O: Los adoptaremos.
J: No me comprendes, Osgood, (Se quita la
peluca). Soy un hombre.
O: Bueno, nadie es perfecto.
Y hasta aquí por hoy, que si bien el polifacético
L. E. Aute, allá por los años
ochenta del siglo pasado, nos cantaba aquello de ‘Cine, cine, cine, más cine
por favor’, unas décadas antes, el inefable Howard Hawks espetaba aquello de: “Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!”.
Pues eso, pero, ¿hay más Artes?
[Esta entrada fue publicada el sábado 09 de
Febrero de 2019, en el diario digital Rota al día]
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