En nuestro actual calendario
gregoriano es el segundo mes del año y a diferencia del resto, consta de un
número de días variable, a saber: 28 los años normales, tres de cada cuatro; 29
los años bisiestos, el que falta
para el cuarteto; y en muy raras ocasiones, me constan hasta tres (3), este mes
ha llegado a tener incluso 30 días. Como lo lee.
Hablamos de que hay años con 365 días (28 de febrero), 366 días (29 de
febrero) y 367 días (30 de febrero), pero no es cierto que haya años de 368
días o más, ya que no existen a efectos metrológicos ni el día 31 de febrero,
ni el 0 de enero que es probable que le suenen, como también el 0 de marzo que
tampoco. El primero de ellos relacionado con la astronomía, y los otros dos de naturaleza, digamos, lingüística.
Otro día se lo cuento.
Como seguro recuerdan, los nombres de los meses en lenguas como la italiana, portuguesa, inglesa, francesa o española
provienen del latín, el mismo con los que los romanos lo designaron y cuyo
origen hay que buscarlo en los nombres de sus emperadores, de sus números o de
sus dioses. Como es el caso que nos trae.
Este mes, añadido por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio (715-672 a. C.), está dedicado a Februo, dios
de los infiernos, similar a Plutón, el dios del mundo subterráneo, con la interesada intención
de aplacar sus iras. Así es como el dios romano Februo personifica al mes y a
la fiesta de la purificación o limpieza, Februa,
que se celebraba alrededor del 15 de febrero, y que más tarde se unió a las Lupercales.
Febrero fue
incorporado junto a enero para adaptar el primitivo
calendario romano, que constaba sólo de diez (10) meses, a la duración del año astronómico solar, siguiendo el
modelo egipcio. Un añadido bimensual que se realizó al final, eran los meses
undécimo y duodécimo, si bien por motivos varios, en el siglo I a.C., con la
reforma de Julio César que
estableció el calendario juliano, pasaron
a ser el primero y el segundo.
Y acabo hablándoles de Plutón, no el dios sino el planeta.
Dicen que el nombre lo pudo recibir porque, al estar tan lejos del Sol, siempre se encuentra a nuestros
ojos, en la más completa y perpetua oscuridad. Aunque también, quizás, porque
empieza por ‘PL’, iniciales de Percival
Lowell, el famoso astrónomo estadounidense. No. No está clara la razón del
plutoniano nombre.
Por cierto, el planeta fue descubierto por el,
también, astrónomo y estadounidense Clyde
William Tombaugh en el mes de febrero. Exactamente el 18 de febrero de 1930,
como ven muy cerca de las antiguas februas romanas, de las que le hablaba más
arriba. Parece como si el azar cerrara esta roteña andadura febrerina. Va a ser
cierto que a veces las casualidades ocurren. No
obstante el clásico nos previene: ‘Nihil novum sub sole’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si
desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 01 de febrero de 2019 en la
contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden
leer.
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