O lo que es lo
mismo. ‘Noche de Paz’, la más famosa
canción navideña de todos los tiempos. ‘Frankenstein’,
el nuevo Prometeo de la edad moderna, y ‘Tambora’,
probablemente el
del mayor estallido de una montaña volcánica en la historia del planeta.
Dos célebres obras
de arte y un fenómeno geológico que la verdad, visto así a vuela tecla, no
parecen tener nada en común, que justifique su aparición conjunta en una
columna. Sin embargo, no siempre todo es lo que parece y este es uno de esos
casos pues, créame, tienen bastante en común.
1818. Para empezar las
dos obras de arte comparten antigüedad. Este año del Señor de 2018 celebran su
ducentésimo aniversario y, ya ven, están como el primer día o mejor, diría yo.
Es lo que tiene la excelencia. El villancico es una obra literaria y musical
que debemos a dos casi desconocidos, el sacerdote Joseph Mohr que escribió la letra, y el maestro y organista Franz Xaver Gruber que compuso la
música.
Y que cantaron por
primera vez en la pequeña iglesia de San Nicolas de Oberndorf, en la Misa de Gallo del 24 de diciembre de
1818. Que es el mismo año en el que solo unos meses antes -1 de enero u 11 de
marzo, hay discrepancias sobre la fecha-, era publicada la obra literaria ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, de
la genial escritora Mary Shelley.
1816. Pero no es éste
el único rasgo en común. En realidad, la letra del villancico nació como poema,
‘¡Stille Nacht!’, que el sacerdote
austriaco escribió a finales de 1816, ‘el año sin verano’, motivado por el
severo y anómalo mal tiempo que destruyó cosechas y propagó el hambre y la
miseria por medio mundo. Su contenido refleja un profundo deseo de paz,
esperanza y consuelo.
Y también fue en
1816, sólo que unos meses antes cuando, a orillas del lago Lemán, una
jovencísima Mary Godwin ponía negro
sobre blanco, entre los muros de Villa Diodati, lo que sería su obra maestra,
‘Frankenstein o el moderno Prometeo’.
1815. Dos sucedidos
artísticos en apariencia inconexos, pero que comparten fechas porque lo cierto
es que están originados por un único acontecimiento natural, del que tenemos
explicación gracias a la ciencia, en particular a la geología. Resulta que las calamidades europeas de ese año de 1816,
se debieron a la erupción de un volcán a miles de kilómetros de distancia, en
Indonesia.
El Tambora, que el 5 de abril de 1815
explotó con una virulencia espantosa, arrojando millones de toneladas de polvo,
cenizas y dióxido de azufre que ocasionaron uno de los peores desastres
climáticos de la historia moderna. Ya ven que, y parodiando a alguien, ‘El conocimiento hace extraños compañeros de
columna’.
[*] Introduzcan
en [Buscar
en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si
desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada
apareció publicada el 28 de diciembre de 2018, en la contraportada del
semanario Viva Rota, donde también la pueden leer.
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