Es la última novedad de
divulgación científica que he leído, y me apresuro a ponerles estas líneas
antes de que acabe el año pues se trata, sin duda alguna, de un libro que no se
puede perder en este 2018 que se nos va.
Escrito por el matrimonio formado por los científicos y divulgadores Kelly y Zach Weinersmith, con su estilo llano y ameno, cargado de
clarificadoras analogías y buenas cápsulas de humor, consiguen que la lectura
de este ensayo resulte muy divertida y didascálica.
Y eso que bastante de lo expuesto por los autores no adolece ni de un
ápice de rigor, y muchos de los conceptos científicos vertidos en sus casi
quinientas páginas son de lo más complejo desde el punto de vista cognitivo. Pues
bien, de todo ello sale más que airoso el matrimonio.
En mi opinión, Un ascensor al espacio, puede
convertirse en un nuevo espejo en el que reflejarse a la hora de escribir divulgación
científica. Riguroso, exigente, serio, erudito e interdisciplinar en cuanto al
fondo, pero bien articulado y muy divertido en cuanto a la forma (a destacar
las notas al pie de página, las autoparodias ilustrativas de Zach, las notas bene incluidas al final de los capítulos).
En definitiva, un buen ejemplo
que refuerza el conocido aserto chestertoniano según el cual divertido no es lo
contrario de serio, no, lo es solo de aburrido, y de nada más.
No les he dicho aún que el
libro está estructurado en una introducción, tres secciones que contienen once
apartados, el consabido apartado de agradecimientos, una extensa bibliografía
(eso sí en inglés) y un interesante índice onomástico.
¿Y de qué va este libro? Una
buena pista a esa pregunta en busca de respuesta nos la ofrece el extenso
subtítulo que lleva ‘Un viaje fascinante
por las innovaciones que marcarán nuestro futuro’. Vamos, que marchando una
de ciencia y ciencia-ficción, pero con la fina línea que las separa, flexible y
permeable, bien trazada.
No en vano los autores sólo
escriben sobre lo que ellos consideran probable, y a veces no tanto, planteándose
cómo podrían ser muchas de las tecnologías venideras, y en qué forman cambiarían
nuestro mundo. Todo un reto pues sabido es que la predicción es muy difícil,
especialmente si es sobre el futuro.
A modo de aperitivo sepan que
en este ejemplar que les reseño se tratan proyectos relacionados, por ejemplo, con
el uso de androides para trabajar en
minas localizadas en el espacio, o con el abaratamiento de los viajes al espacio, mediante cohetes
reutilizables o ascensores interplanetarios, y con la construcción de colonias orbitales.
Y dentro del “universo” de las
impresoras 3D, con su extraordinaria
capacidad para fabricar los elementos más dispares: desde órganos para su
inmediato trasplante, pasando por alimentos listos para su ingesta, hasta casas
en las que habitar. Como nos dice el poeta todo es cuestión de medida.
Sin olvidarnos del mundo de la
robótica, con la creación de microrrobots
que se ingieren y, una vez dentro de nuestro organismo, nos curan enfermedades,
a modo de versión actualizada de Viaje
alucinante de mediados del siglo pasado.
O con los sorprendentes enjambres, conjuntos de cientos de
estos microrrobots que, de forma coordinada, pueden adquirir las formas y
desempeñar las funciones más insospechadas, como los kilobots ya patentados.
Y por supuesto con la
prodigiosa interfaz computacional que
posibilita la interacción directa entre ordenadores y cerebro de usuario, cuando
no su sustitución. Una auténtica maravilla que se puede traducir en numerosas
funciones terapéuticas.
Desde la conservación de la
memoria de una persona de forma externa para su posterior restauración, hasta
el almacenaje de cincuenta millones de copias de El Señor de los Anillos por poner un ejemplo, en una gota de agua,
lo que no es un decir. Cautela.
Ni que decirles tengo que la exposición de proyectos abarca un amplio
espectro de posibilidades, cuyos límites rozan por un extremo, con auténticas
chifladuras que producen risa, y por el otro, con inquietantes iniciativas en clave
anticipatoria que dan miedo. Y lo producen, no solo por los graves dilemas
éticos con conllevan, sino porque el principal escollo para ponerlos en
práctica hoy día es, únicamente, económico. No científico ni tecnológico.
Una mezcla homogénea, el contenido de este libro, constituida por los
ingredientes ciencia, tecnología, divulgación, ciencia-ficción y charlatanería,
que seguro producirá una reacción en el intelecto del lector, a poco que lo haya
entendido algo, y convencido estoy que lo hará.
Una reflexión sobre un futuro bien inmediato del que algo tendrá que
opinar lo quiera o no, sea de risa o de miedo. Precaución. Que ya se sabe que
de la risa al miedo sólo hay un paso y, como dijo aquél, nunca pienso en el
futuro porque llega enseguida. Caución. Lo dicho, este volumen es de lo más recomendable.
Recuerden:
TÍTULO: Un ascensor al espacio
AUTORES: Kelly y Zach Weinersmith
EDITORIAL: Blackie Books, 2018.
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