(Continuación) Cuando se
otorgó a los astrónomos británicos Martin
Ryle (1918-1984) y Antony Hewish (1924)
el Premio Nobel en Física de 1974 ‘por sus investigaciones pioneras en la
astrofísica de radio, en relación con el descubrimiento de los púlsares’, y
de su nombre ni mención. Como si no existiera.
Ryle lo recibió ‘por sus observaciones e invenciones, en
particular por la técnica de síntesis de apertura’, Hewish ‘por su papel decisivo en el descubrimiento
de los púlsares’ y ella, como si nunca hubiera existido ¿Qué me dicen?
Y se quedaron tan tranquilos
los dos, a pesar de que fueron muchos miembros de la comunidad científica los que
se mostraron molestos e incluso avergonzados. Pero ya saben cómo es el
reglamento de la Fundación Nobel al
respecto.
La Bell no obstante, elegante e inteligente siempre, decidió no
sentirse marginada ni derrotada por ello. Muy por el contrario, manifestó su alegría
porque era la primera vez que la astrofísica
como disciplina científica ganaba un Nobel.
Ya ven qué diferencia.
La Bell en España
En 1999 la astrónoma vino invitada
a nuestro país para dar una conferencia en el Museo de Ciencia de Barcelona y, dada su celebridad ya entonces,
fue entrevistada para un periódico de tirada nacional que llevaba el siguiente
titular: “A más mujeres les gustaría la
física, si no fuera una materia dominada por hombres”.
No estaba equivocada por supuesto
entonces, pero sin duda los tiempos estaban cambiando. De la entrevista les
extraigo unos párrafos:
‘El púlsar o radiopúlsar, es algo así como un faro. Se trata de un
cuerpo extraordinariamente compacto que rota sobre sí mismo emitiendo
radioondas. Calculamos que su masa es de unos cuatrillones de toneladas para un
tamaño que apenas supera los diez kilómetros de radio. En cuanto a su origen,
es el resultado de una explosión catastrófica y final de una gran estrella con
un tamaño diez veces mayor que nuestro sol. [...]
[...] En el universo hay estrellas muy grandes que, al final de su vida,
agotan el combustible que llevan en su núcleo. El núcleo se colapsa y el resto
explota. De esas explosiones, y en un margen de tiempo muy reducido, menos de treinta
segundos, se forman minerales como oro, plata y platino. Muy probablemente el
oro que encontramos en la Tierra procede de esas explosiones’.
Y hasta aquí, espero que hayan
encontrado justificada la inclusión de Jocelyn
Bell, una Hacedora de la Ciencia.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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