La cita pertenece a la película ‘Toy
story’ de 1995 y para mi nieto Carlos
es su frase favorita del muñeco astronauta Buzz
Lightyear, su héroe predilecto. Se trata de un niño de cuatro años, por lo
que está bien.
Sin embargo, para algunos adultos, la frase viene a ser una especie de
negación de los límites que determinados cometidos humanos tienen o creemos que
pueden tener, y que nos impiden siquiera acometerlos. Así que es como un
rechazo a la falta de confianza para dar un paso adelante, o dos, o los que
hagan falta, de ahí lo de “Hasta el infinito
y…”. Lo que visto así, también está bien, la historia no habla de los
cobardes.
Pero para otros la cita es más bien una prueba de la beocia, de la
estupidez humana o, bien dicho, sólo de la estupidez, pues únicamente los
humanos hemos demostrado ser animales estúpidos. Y digo prueba por el uso que
hacen del término infinito, unido a
la idea de llegar más allá.
Un concepto que aparece en campos de conocimientos como matemática, filosofía y astronomía
haciendo siempre y sin ambigüedad, referencia a una cantidad sin límite o
final. Es decir que es contrapuesto al de finitud,
de ahí lo de beocia.
La idea es que si nunca se acaba de llegar a él, nunca podremos dar el
paso de ir más allá, o sea que a todas luces es una estulticia que no obstante,
y aquí lo preocupante, podría decir con toda seriedad un tonto a las tres que
gozara de pretendidas y pretensiosas inquietudes intelectuales. Lo que ya no
está bien, de hecho nada bien.
Y yendo de la opinión a lo objetivo, del término infinito me gustaría
comentarles un par de detalles. Uno, que fue el matemático inglés John Wallis (1616-1703) el primero que
utilizó su símbolo y dicen que para su forma se inspiró en la curva ‘lemniscata’, creada por el científico
suizo Jacob Bernoulli (1654-1705). Lo
que resulta bastante verosímil, basta con verlas.
Dos, que no todos opinan igual. Algunos consideran que podría provenir
de símbolos alquímicos o religiosos anteriores, refiriéndose sobre todo al del uróboros que seguro conocen, es ese
animal serpentiforme que engullendo su propia cola conforma una circunferencia. Si les soy sincero, no
lo veo tan parecido como la curva de Bernoulli.
Otros ven como origen la cinta de
Möbius. Ella es esa superficie con una sola cara y borde que por la forma
es perfecta, pero a la que le veo un inconveniente temporal. El símbolo de
infinito ya se usaba cientos de años antes de que la cinta fuera codescubierta
en 1858. Él es el matemático y astrónomo alemán August Möbius
(1790-1868). ‘Sólo
dos cosas son infinitas, el Universo y la estupidez humana. Y de la primera no
estoy seguro’, nos dejó dicho el genio relativista.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el
20 de julio de 2018 en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también
la pueden leer.
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