Si el uno de septiembre suele marcar de manera oficial el final del veraneo y las vacaciones para la
mayoría de nosotros, y el veintitrés hace lo propio con el verano astronómico para todos, los finales septembrinos hacen lo
propio con el principio del fin del verano
meteorológico, aunque cierto es que éste va por barrios.
Y es que, así como una cosa es el verano y otra el veraneo, también son distintos
el inicio otoñal astronómico y el inicio otoñal meteorológico y a las pruebas
me remito. Mientras estas líneas llegan a sus manos llevamos unos días cargados
de calores (en plural, masculino y femenino, “los calores y las calores”), que desde
siempre se han llamado ‘veranillo de San
Miguel’, ‘de los arcángeles’ o ‘del membrillo’.
Que de todas estas formas distintas es conocido el tal veranillo, que
tiene lugar a finales de septiembre,
el noveno mes del año gregoriano a
pesar de su nombre. Y las razones son más que evidentes y conocidas, por una
mera cuestión onomástica y agraria. De un lado está San Miguel, que se celebra el día 29 de septiembre y es
también la festividad de los arcángeles San Gabriel y San Rafael.
Del otro están estas postreras y pegajosas calores que dan el punto
óptimo de maduración (color, olor y sabor), a frutos últimos como melones,
melocotones, uvas, higos y membrillos. Unas calores pegajosas que si le cogen a
uno en la cama, más bien parece que hubiera pasado unas calenturas en ella,
dado el lamentable y sudado estado en el que quedan las sábanas.
Unos calores pegajosos que si le pillan a mediodía, a la salida del
trabajo, entonces es que no se sabe qué hacer para despegar, la camisa de la
espalda, y su cuello del de uno. Por no hablarles de la corbata y su nudo o de
la chaqueta aunque sea sin forro. Lo dicho, lo de septiembre es horroroso.
Y no lo es por la temperatura
o nivel térmico que medido en grados Celsius (º C) registra el termómetro, que no suele alcanzar las altas
cotas de julio y agosto. En
septiembre, aunque estemos a treinta y pocos, debido al grado de humedad del ambiente, la sensación térmica o calor
que experimentamos es mucho más sofocante y desagradable que si estuviéramos a
los cuarenta y algo estivales.
Es decir que temperatura y calor no son sinónimos, a pesar de que todos utilicemos
uno por otro y nos entendamos. Pero ojo no son equivalentes. De hecho es
posible que haga más calor un día que otro, aunque la temperatura ése día esté
más baja, y es que ya lo dice el refrán, ‘En septiembre a fin de mes, el calor vuelve otra
vez’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog]
las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información
sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció
publicada el 28 de septiembre de 2018 en la contraportada del semanario Viva
Rota, donde también la pueden leer.
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