(Continuación) Una sustancia simple gaseosa el tal oxígeno O2, que
al parecer el sueco Scheele descubrió
antes, y de forma independiente, que lo hicieran los no menos reputados
científicos, el polímata inglés Joseph
Priestley (1732-1804) y el guillotinado francés Antoine Lavoisier (1743-1794).
Pues bien, volviendo al sueco, él fue el
primero en refinar en 1780 el ácido
láctico a partir de leche agria.
Al César lo que es del César.
Y siguiendo en esa línea de
reconocimiento de autorías, no fue hasta casi treinta años después, en 1808, cuando
otro químico sueco Jöns Jacob Berzelius
(1779-1848) descubrió la liberación que se produce de este ácido en los
músculos, al realizar esfuerzos físicos intensos. Sí, las agujetas de las que les escribía ayer.
Por cierto que Berzelius es uno de los ‘Padres de la química moderna’ junto al naturalista, matemático y meteorólogo británico John
Dalton (1766-1844), el químico, biólogo y economista francés Antoine
de Lavoisier (1743-1794) y el filósofo natural, químico, físico e inventor
irlandés Robert Boyle (1627-1691).
Que vaya cuatro. Menudo filón de nexos científicos
nos ha dejado el lácteo el ácido láctico y sobre el que a no tardar volveremos.
Y en su particular historia tuvo que
transcurrir casi medio siglo más, antes de que en 1856, el químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur (1822-1895) descubriera el lactobacillus
y su significativo papel en su producción. Del científico ya hemos dado algunas
pinceladas en este negro sobre blanco, por lo que continúo con el ácido.
Del que solo diremos aquí que su estructura
fue determinada en 1873 por el químico alemán Johannes Wislicenus (1835-1902), y que desde 1895 se produce de
forma comercial.
Bueno pues hasta aquí otro de los muchos
mitos que sobre la leche existen, el de “Después de la leche, nada eches”, y de
los que como se podrán imaginar no todos son ciertos. Ya tratamos: “¿La leche
hay que hervirla siempre antes de tomarla?” o “¿Es cierto que la leche de
antes, era mejor que la de ahora?”, entre otros.
Y quedan en el tintero otras leyendas
lácteas, que seguro le suenan: “No se debe tomar leche después de la
lactancia”, “La leche es buena para la piel” o “No se la debe tomar si huele
mal”, entre otras muchas, dejando al lado con su permiso la tontuna de la leche cruda ¿(Continuará)?
Podría hacer un índice de las entradas que, sobre la leche, aparecen en el blog. Felicitaciones y gracias
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