viernes, 8 de junio de 2018

Rotondas, esas trampas desconocidas (y 2)

(Continuación) Y por lo que se ve han venido con la intención de quedarse, eso parece estar claro. Lo que no lo está tanto es si, a pesar del tiempo transcurrido desde su implantación, sabemos circular de forma correcta por ellas. Una cuestión ésta, retórica donde las haya porque al parecer no lo hacemos.
Se trata de una incapacidad que es fruto de la falta de pericia o responsabilidad de los conductores y/o de la ignorancia o desconocimiento de las normas de circulación en ellas. Y eso que la teoría es bien simple: tiene prioridad el que ya está en la rotonda, y debe ceder el paso el que va a entrar en ella. Sencillo ¿verdad?, pues no, en la práctica resulta que va a ser que no. Como dijo el enigmático humanista francés François Rabelais: “La teoría no me sirve; la práctica sólo un poco”.
Lo que se traduce en el hecho de que a veces, algunas rotondas sean un caos. Es lo que suele ocurrir cuando nos topamos con uno de los que piensan que siempre tienen la prioridad, y no les importa si están ya en ella o van a estarlo, total qué más da si tienen la preferencia. Son de ese tipo de personas que con un volante en las manos van cómo quieren y por dónde quieren y no saben ni entienden otra cosa. Qué le vamos a hacer, los estultos son así. Claro que también ocurre con aquellos que conducen con miedo, seguro que han coincidido con alguno, y tanto temor tienen que no se atreven a utilizar su derecho al paso.
Son otros que no saben, otra clase de ignorancia, y dejan pasar a quienes deben esperar, con las consecuencias que ya conocen. Atasco peligroso en la rotonda. Y si por esto no fuera bastante, a esta ceremonia de la confusión vial algunos ayuntamientos también asisten con alguna que otra ocurrencia como, por citar una, la de volver a poner los semáforos que quitaron al sustituirlos por la rotonda. Típica y tópica contradicción municipal, con el consiguiente colapso rotondero, esta vez, vía decreto. Sin duda la institucional es otra clase de beocia.
Por cierto, ¿cómo circula usted por las rotondas, bien o mal? ¿Las ve como un invento benéfico o como una ocurrencia demoníaca? Por último, sepan que al saber que iba a escribir este enroque, uno de los comensales me insinuó este título: “Rotondas, esas trampas desconocidas”. Como ven le he hecho caso, al fin y al cabo es un servidor quien da la cara.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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