(Continuación)
Pues qué duda cabe de que el mundo de la ciencia,
como tantos otros, no es más que un reflejo del resto de la sociedad. De ahí
que ya desde principios de siglo se empezara a extender una terrible idea sobre
la mujer: la de que era un ser
enfermizo por naturaleza. Algo obvio por otra parte si se partía del prejuicio
de considerarlas seres, física y mentalmente, inferiores o cuando menos de constitución
delicada, por decirlo de alguna forma, vamos. Ya ven por donde voy.
Visto
así cualquier tipo de palidez tuberculosa era considerada normal y las
menstruaciones dolorosas eran atribuidas, sencillamente, a “congestiones
uterinas”, a dolencias resultantes ni más ni menos que del gran número de
“debilidades” femeninas. Y entre ellas se contaba, no se lo van a creer, ¡la
prolongada lectura de novelas románticas! Como lo leen. Un diagnóstico bastante
equivocado, visto con los ojos de hoy en día, pero bastante en consonancia con la
mirada de la época. Por ejemplo, para los médicos de este siglo, la histeria (del griego hysteria, matriz) se convirtió en un
diagnóstico que se aplicaba a una gran variedad de trastornos sufridos por las
mujeres.
De
modo que era un lugar común y auténtica panacea en la consulta a la hora de
diagnosticar, a pesar de ser una enfermedad mental. Pero lo cierto es que ese
detalle importaba poco, se relacionaba directamente con las supuestas
debilidades del sexo femenino y listo. Como dicen que todo está en la cabeza,
pues ya está. Vamos que de vuelta a Aristóteles.
Incluso
el escritor abolicionista estadounidense Frederick
Douglass, llegó a escribir: “Muchos
de aquellos a los que se conoce como sabios o como hombres buenos en esta
tierra, estarían mucho más satisfechos de discutir sobre los derechos de los
animales, antes que hacerlo sobre los de las mujeres, 1848”. Lo dicho, eran
otros tiempos.
Y
sobre el aborto, las latentes
reservas sociales respecto a su práctica no tomaron forma legal hasta este
siglo, en el que el Parlamento Británico
lo prohibió. Siguiendo su ejemplo otros países, entre ellos EE.UU., aprobaron
una serie de leyes que limitaban su praxis aunque ellas, las mujeres, no callaron:
“Pero no mendigaré favores por mi
condición sexual. No me rindo ni reclamaré la igualdad. Todo lo que pediré de
mis hermanos es que dejen de sojuzgarnos y permitan que nos levantemos sobre
esta tierra que Dios ha creado para que ocupemos todos”. Sarah Moore, 1837.
Leyendo
a una y a otro, no hay duda alguna de que existen ideologías que potencian
nuestro ser, y otras que reprimen nuestro existir. No obstante el hombre, en líneas
generales, siguió mostrando la supuesta inferioridad de la mujer.
Lean
si no, a quien estáconsiderado el filósofo más brillante de este siglo, nada
menos que el alemán Arthur Schopenhauer,
manifestarse al respecto: “Basta con
echar un vistazo al aspecto de una mujer, para entender que no está destinada
ni al desarrollo de las posibilidades del intelecto, ni al de los trabajos
puramente físicos. De hecho, la mujer salda su deuda con la vida no por lo que
hace, sino por lo que sufre; padeciendo los dolores del parto, cuidando de los
hijos, y sometiéndose al hombre (1851)”. Qué me dicen. (Continuará)
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