(Continuación) Una relación que contada de forma suscinta empezó con un Napoleón como alumno de Laplace en la Academia Militar, pasó por la dedicatoria que le hizo del tercer volumen de su Mécanique
céleste donde le elogia como “el pacificador de Europa” y termina con un
Laplace Ministro del Interior de Napoleón.
Un cargo que duró poco, no pasó de las seis semanas, ya que éste lo
echó, furioso al enterarse de que aquél había introducido los infinitesimales en la Administración.
No es broma. Estas cosas suceden. Claro que después el hombre se vengó. Y es
que a veces suele ocurrir que, como científico, se puede ser enorme por la obra
realizada pero, como hombre, resultar un mezquino por el comportamiento.
Humanos al fin y al cabo.
No, vuelvo de nuevo a las citas, no creo que sean ciertas. Pero han de
saber que soy poco de fiar, para que se hagan una idea, uno de esos que no
creen que el escritor francés Gustave
Flaubert (1821-1880) llegara a decir aquello de “Madame Bovary soy yo”. No, no lo creo, es así. Llámenme descreído, que no
sólo lo entenderé sino que lo comprenderé, mas es lo que pienso y creo.
Entiéndanme ustedes también.
Y con esa esperanza vuelvo sobre la obra o bien dicho, sobre una
traducción de la misma y su autora.
Mechanism of the Heavens
Apenas habían transcurrido un par de años desde que Laplace acabara su afamada
obra Traité de mécanique céleste,
estamos en 1827, cuando la Royal Society
instó a la matemática, astrónoma y científica escocesa Mary Somerville (1780-1872), eso sí a través de su marido ya saben cómo
eran las cosas en aquellos tiempos, para que la tradujera al inglés.
La idea era que la traducción formara parte de una pequeña colección de carácter
divulgativo de las nuevas teorías científicas, pero para un público no experto,
algo admirable para aquellas fechas. Y se trata de un proyecto que agrada y
mucho a la matemática, pero para el que duda tener capacidad suficiente. Tanto
es así que aunque al final accede, lo hace con la condición de que si el
trabajo no tiene la calidad suficiente, debería ser destruido. Dicho y hecho.
Se puso manos a la obra con presteza pero le costó cuatro años llevarlo
a cabo. No en vano tuvo que compaginar obligaciones familiares y sociales con
otros trabajos científicos, y todo para al final, tener dudas de su calidad
científica y no querer entregarlo para su publicación. Como se lo cuento. Así
de sencilla y humilde era.
No obstante y a pesar de lo que ella piensa, el trabajo es tan
extraordinario que los editores -a instancias del matemático y astrónomo inglés John Herschel (1792-1871), hijo y sobrino de William y Caroline Herschel-, se hicieron con él y lo publicaron con el
nombre de ‘Mechanism of the Heavens’.
Pero ojo, no lo hicieron como un trabajo divulgativo para legos, que era
la primera inteción, sino como un tratado de importancia fundamental en este
campo de conocimientos. Porque lo que hizo la Somerville fue más, mucho más,
que una buena traducción. (Continuará)
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