(Continuación) Y tan solo unos meses después fallecía Albert Einstein lo que le hizo escribir: “Soy consciente de lo que significa haber sido su amigo”. Unos años
por cierto pertenecientes a la misma década en la que supuestamente transcurre
la película Grease (1978), coprotagonizada por su nieta Olivia y cuya trama ficticia plantea
toda una paradoja. Vean si no.
Tras el estreno del film, jóvenes de los setenta y ochenta amantes del rock and roll y supuestamente rebeldes, tomaron
como referente de modernidad y atrevimiento a lo que no era más que una
antañona y edulcorada fotografía de veinte años atrás. Una fundamentada en una
estética a base de cuero negro, tupés y brillantina, no me digan que no ando
acertado. Sí de acuerdo, nihil novum sub
sole, pero ya les vale.
Otra cosa bien distinta y con mucho más calado, fue la paradoja filosófica
y existencial que estableció la mecánica
cuántica de su abuelo, de quien hemos decir que no llegó a conocer ni la jubilación
(1973) de su hijo como profesor universitario, ni el comienzo de la carrera
musical de su nieta.
De quien recordemos su primer “éxito” nace con su primer álbum If Not For You, grabado en 1971 es decir
unos meses después de su abuelo. No obstante no faltan exégetas que pretenden
ver algo cuántico en el último número de baile de la película.
Lápida y
‘doodle’
Max Born está enterrado en el cementerio de Gotinga, al
igual que otros grandes científicos alemanes como el físico Wilhelm Weber (1804-1891), su tocayo y
también matemático Max Planck
(1858-1947), el matemático David
Hilbert (1862-1943), el también químico Walther Nernst (1864-1941) o Max
von Laue (1879-1960) otro tocayo, y por citar sólo a algunos.
Y entre todas las tumbas destaca quizás la suya por su sencillez y la austera
lápida que lleva inscrita su más famosa ecuación, que es el fundamento matemático
de lo que conocemos como principio de incertidumbre o
indeterminación.
El mismo que estudiamos en la ‘física bachillera’ y que viene a decir algo
como que “es imposible predecir cuál es la posición o la velocidad de una
partícula, pero sí la probabilidad de encontrarla en un determinado lugar”. Ya,
sé que suena confuso pero estaban advertidos pues les apunté sobre la paradoja
de la mecánica cuántica.
Por otro lado y para ir cerrando estas entradas sobre nuestro físico, recordarles
que hace aproximadamente cuatro meses les enrocaba el doodle conmemorativo del ciento treinta y cinco (135) aniversario
de su nacimiento. Y algo más.
Por último, algo más. Al reconocimiento de los méritos de Born como científico,
habría que añadir el de las grandes virtudes de Max como persona. Siempre fue una persona humilde y generosa, a la
que le gustó trabajar en equipo, ayudar a los jóvenes investigadores, tener una
gran conciencia social y ser un incansable luchador por la paz.
Sin duda habrá que volver sobre Max Born pero esta vez en exclusiva como
hombre y científico. (Continuará)
Le agradecería que lo hiciera lo más pronto posible, pues me hace falta para un trabajo en el colegio.
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