(Continuación) Como seguro saben, promovido por el papa Gregorio XIII y por diversos motivos que
no vienen ahora al caso, a partir de 1582 se sustituyó de manera oficial en
toda Europa el calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46
a. C., por el actual calendario
gregoriano.
Una reforma que rápidamente fue adoptada por los países católicos, pero que
otros tardaron en hacerlo entre ellos la Alemania protestante que siguió anclada
en el calendario juliano hasta 1700. Y de aquí parte el error. Recuerden.
Simón Marius manifestó que había observado las lunas jupiterinas en noviembre de 1609, pero el
primer registro documentado es del 29 de
diciembre de 1609, una fecha que en cualquier caso parece anterior a la de Galileo del 7 de enero de 1610, lo que le hace ser el descubridor oficial. Sin
embargo solo lo parece.Y es que en esta vida no todo es como parece.
Resulta que el alemán aún seguía utilizando para fechar sus escritos el calendario juliano que ya no estaba vigente,
y dado los diez (10) días que “desaparecieron” en el cambio calendario, esa
fecha era en realidad el 8 de enero de
1610. Es decir que no solo lo publicó cuatro años más tarde (1614), sino
que las vio un día (una noche en realidad) después. Así son las cosas.
De los nombres jupiterianos
Pero a la vez que reivindicar la co-autoría del avistamiento, Marius propuso
llamar al conjunto ‘Las Estrellas de
Brandenburgo’ y, sugerido por Johannes Kepler con quien coincide en octubre de 1613, los nombres individuales de: Ío, Europa, Ganímedes y Calisto. Una propuesta a la que naturalmente
Galileo se opone y decide llamarlos ‘medicea
sidérea’, es decir, “satélites
Medici” o “satélites medicianos” en reconocimiento a su mecenas la familia Medici, seguido de la numeración
romana.
Como sabemos, aunque al principio ganó Galileo, el tiempo terminó repartiendo
la suerte en este asunto nominativo. Casi tres siglos después, en 1847, John Herschel (hijo del descubridor de Urano, el séptimo planeta) propondrá de nuevo los nombres
individuales keplerianos, tomados de la mitología grecolatina.
Recuerden, los de los cuatro amantes del dios Zeus, equivalente heleno de Júpiter:
Io, Europa, Ganímedes y Calisto, y en ese orden desde el más
interior al más alejado. En la actualidad se admiten ambas nomenclaturas la
textual y la numeral: Ío o Júpiter I, Europa o Júpiter II, Ganímedes o Júpiter III y Calisto o Júpiter IV. Así que ni para
uno ni para otro.
Curiosidades jupiterinas
Hay sin embargo un par de detalles en esta rápida historia contada a
vuelatecla, dejo muchos detalles científico-técnicos sin contar, que me llaman
la atención.
El primero resulta casi una ironía y tiene que ver con la propia
observación del sistema de Júpiter y
la disputa de su autoría porque, las lunas de este planeta, son lo
suficientemente brillantes como para ser detectadas a simple vista, sin
necesidad de telescopio. Como lo
leen. Por ejemplo Ganímedes o Júpiter III que es el más grande, de hecho más
que la Luna o Mercurio, y notablemente luminoso, tiene un brillo de magnitud 5 lo que en principio lo hace
visible en una noche oscura.
Lo hace porque, por comparación, las estrellas más débiles visibles en
una noche oscura tienen magnitud 6, así que sorprende que no fueran
descubiertos desde la misma antigüedad. Paradójico, pero es Galileo Galilei (1564-1642) en los
inicios del siglo XVII, el primeroque deja constancia escritade su existencia.
(Continuará)
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