(Continuación) Hablando de personajes, seguro que conoce una famosa cita
falsamente atribuida al escritor, sí la de “Madame
Bovary soy yo”, ya saben.
La frase con la que Flaubert supuestamente
respondía cuando, harto como estaba, le preguntaban una y otra vez por la
identidad real del personaje. Por lo que tengo leído la atribución es del todo
infundada, vamos que el francés nunca la pronunció pero bueno ‘se non e vero...’. En fin, cosas que
pasan.
Y por lo que pueda pasar dejo aquí el tema aunque eso sí, con alguna que
otra pregunta en el aire, porque a
tenor de lo ya expuesto, ¿cree que es correcto utilizar la expresión “gripe
española”? En su opinión, ¿tiene algo de peyorativo su uso? Y ya de la que va, ¿quién
piensa que está en los detalles, Dios
o el Diablo? Son preguntas en busca
de respuestas.
A propósito del arquitecto Ludwig
Mies van der Rohe no les dije ayer que junto a Walter Gropius, Erich
Mendelsohn, Frank Lloyd Wright, Le
Corbusier y otros, son todos reconocidos y reconocibles pioneros de la arquitectura
moderna. Es un hilo científico del que tirar en el tejido de nuestra historia, que
precisamente continúa con las personalidades que en un grado u otro se vieron
afectadas por la pandemia.
Le
Corbusier y Alfonso XIII
En relación con la “gripe española”
tampoco les dije del arquitecto, cuyo nombre en realidad era Charles-Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965), que los momentos más
álgidos de la pandemia los pasó recluidos en su casa de París, fumando y
bebiendo coñac como medida preventiva para no enfermar.
Cosa que logró aunque no evidentemente por el asunto del ‘fumaque’ y la
ingesta de brandy. Normal me dirá usted, ya, pero es que en aquella época no se
sabía lo que sabemos hoy y la idea, créanme, no era en absoluto descabellada,
dado lo poco que se sabía de la gripe y que era mucho. Por supuesto se ignoraba
que fuera un virus y sobre ella pululaban
todo tipo de creencias y supercherías.
De hecho algunos médicos aconsejaban la ingesta de alcohol y el contacto con el humo
de tabaco, pues pensaban que
mataban a los gérmenes. Es de suponer que a unos, una vez que estaban dentro del
organismo y, a otros, antes de que entraran. El caso es que Le Corbusier se encerró en su casa bien
provisto de ambos adictivos y se salvó de la gripe.
Como también lo hizo el entonces reinante en España, Alfonso XIII, si bien él la padeció durante unos meses. Recordemos
que en febrero de 1918, la que se llamó “fiebre de los tres días” afligía ya a
ocho millones de españoles, entre los que se encontraban: el monarca, que enfermó
entre marzo y julio de ese año, el jefe de gobierno Eduardo Dato y dos ministros más. (Continuará)
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