(Continuación) Con un breve y escueto “mejor lo explico en otro momento” me
despedía hace un par de semanas y, por circunstancias que no hacen al caso, hoy
les recibo diciéndoles que ese momento ha llegado.
Si recuerdan les advertí que
desde hace no mucho tiempo, existen dos estudios científicos que relacionan el etanol y la oxitocina de una manera, además, particularmente curiosa.
Resulta que mientras uno de ellos apunta
a que la ingesta de ambos compuestos producen el mismo efecto al menos
biológico, el de emborracharnos, el otro dice que la oxitocina, la hormona del amor, neutraliza los efectos
del etanol, el compuesto alcohólico,
o sea que nos quita la borrachera.
Y claro esto, dicho así, resulta cuando
menos confuso
¿Cómo es posible que la oxitocina sea
la responsable de que nos enamoremos y también de que nos emborrachemos? O lo
que es más imposible aún por excluyente: ¿cómo es que, también, nos puede
quitar la borrachera?
Y ya de la que va, lo que es más sorprendente: ¿cómo sabe
la hormona con cuál de las dos finalidades nos la tomamos? En fin. Vayamos por parte empezando por
donde se debe, por el principio.
Estar borracho y enamorado es casi lo
mismo (U. de Brighton)
Bueno, dicho así quizás no suene bien,
pero no por ello es menos cierto. Por lo investigado todo apunta a que existe
una relación entre el sentimiento del enamoramiento y la sensación de la
embriaguez, que viene expresada a través del lenguaje no verbal. A saber:
estado de sosiego, sensación de felicidad, actitud corporal relajada, confianza
en sí mismo, cierta disposición a creer que se puede conseguir todo, etcétera.
Eso es lo que parece desprenderse de
una investigación realizada en la Universidad de Brighton, Reino Unido, según
la cual la oxitocina (hormona que
vincula a la madre con su bebé o genera ternura hacia la pareja después del
coito) que se libera cuando una persona se enamora, causa sensaciones muy parecidas
a las que produce una ingesta moderada de alcohol.
Como hipótesis pensaron que era debido
a que estimulan ciertos receptores neuronales estrechamente asociados entre sí.
Y naturalmente se pusieron manos a la obra, para averiguar qué es lo que ocurre a nivel físico y químico causante de
que el consumo moderado de alcohol y la hormona del amor, produzcan un efecto
similar en el cerebro.
Oxitocina, una hormona con un lado oscuro (U. de Birmingham)
En paralelo y siguiendo esa misma
hipótesis, poco después un grupo de investigación de la Universidad de
Birmingham daba a conocer un estudio en el que iban un poco más allá en esta
relación.
Un estudio que apareció publicado en la
revista Neuroscience and Biobehavioral
Reviews y en el que manteniendo la misma línea de investigación, no solo se
detallan las características que comparten ambos compuestos, alcohol y hormona, sino que dan un paso más y nos advierten. Esta última, la
hormona, puede tener un lado oscuro.
Les explico. Al igual que el etanol, y además de los efectos anteriores, la oxitocina
también estimula circuitos neuronales en las zonas del cortex prefrontal y sistema límbico del cerebro que,
por decirlo de alguna forma, “nos quitan algunos frenos”.
Vamos, que nos desinhiben ante
situaciones como el miedo, la ansiedad o el estrés, induciéndonos a tomar
riesgos innecesarios o a hacer que nos creamos más valientes y capaces de lo
que en realidad somos.
Así que según el informe, esta sustancia no sólo nos hace
sentir relajado, feliz y con más confianza, sino que también puede llegar a provocarnos
agresión, celos y arrogancia. De ahí lo del lado oscuro y la
advertencia del peligro. (Continuará)
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