(Continuación)
Una inusitada y sorprendente visión del mundo de lo muy pequeño, que es el
terreno de la física cuántica de la
que les hablaba, según la cual, en este mundo, resulta imposible determinar a
la vez y con total exactitud, la posición
y la velocidad de una partícula en
un instante cualquiera.
Una
idea inadmisible para muchos de los científicos deterministas de la época,
acostumbrados a medir con gran precisión los movimientos de planetas y
proyectiles. Y entre ellos el propio Einstein, a pesar de ser uno de los
fundadores de la mecánica cuántica.
Enfadado
por la incomodidad que le suponía la idea de la indeterminación, solía
farfullar a todo el que le quisiera oír, algo parecido a: “... nunca creería que Dios juega a los dados con el mundo”. Tan
incapaz se veía de aceptar esa naturaleza probabilística e incierta del mundo
microscópico.
Una
señal de que el tiempo pasa irremediablemente para todos, y que el avance de la
ciencia había sobrepasado, incluso, al genial Einstein ya a punto de cumplir
los cincuenta años por aquel entonces .
Congreso
Solvay, 1927
Un
cincuentón que impaciente como un adolescente, esperaba cada día la hora del
desayuno en el Congreso Solvay de 1927,
donde nació la historia de esta cita.
Es
el propio Heisenberg quien cuenta cómo
en ese congreso, donde se expusieron las relaciones de incertidumbre, Einstein
rebatía una y otra vez la naturaleza probabilística e incierta del mundo
microscópico, que es la característica principal de la física cuántica.
Su
principal adversario fue su amigo el físico danés Neils Bohr (1885-1962) y las discusiones iniciadas en las salas de
conferencias, donde se celebraban las sesiones del congreso, tenían
continuación durante las comidas entre sesiones, y por las noches, en las
habitaciones del hotel donde se alojaban.
En
realidad las puyas científicas eran iniciadas por la mañana temprano, en el mismo
desayuno, después de haberla rumiado.
Fue
en una de estas disputas sobre el carácter determinista o probabilístico y ante
la reiterada frecuencia con la que Einstein utilizaba su expresión: “Dios no juega a los dados con el Universo”
cuando Bohr le replicó “Albert, deja ya
de decirle a Dios lo que tiene que hacer”.
La
forma en la Einstein pretendía rebatir las relaciones de incertidumbres era
proponiendo a Bohr, en el desayuno, experimentos mentales en los que esas
relaciones no pudiesen ser aplicadas y por tanto la pudiesen desmentir.
Al
llegar la noche, Bohr había logrado desmontar el experimento de Einstein,
demostrando la certeza de las relaciones, y haciendo que farfullara mientras se
retiraba, “Dios no juega a los...
Ya
de la que va, esta disputa dialecética tuvo continuación pasdos unos años, si
bien fueron otros sus protagonistas. A modo de pista les dejo: “...sino que los arroja donde nadie pueda
verlos”.
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