(Continuación) Como les adelanté hace unos
días, en Sevilla, en la orilla izquierda del Guadalquivir que es la de levante,
y con centro operativo en la misma Torre del Oro, hubo otro equipo para
observar el eclipse solar total que tuvo
lugar el 22 de diciembre de 1870.
Un observatorio mucho más modesto que el que
en Jerez de la Frontera, Cádiz, España, montó el astrónomo y matemático
estadounidense Joseph Winlock
(1826-1875), por aquel entonces director del Harvard College Observatory, Cambridge, EEUU.
El sevillano lo montó el gaditano Antonio Machado y Núñez (1815-1896), sí
el abuelo de los Machado. Una saga
familiar ya enrocada y que arranca con “el médico del gabán blanco”, quien
además de médico fue otras muchas cosas más.
Entre ellas geólogo, botánico, antropólogo,
ornitólogo, vulcanólogo, republicano acérrimo, alcalde de Sevilla, gobernador
de la provincia, catedrático de Ciencias Naturales en la universidad
hispalense, rector de ésta, masón, anticlerical, uno de los primeros
introductores en España de la Teoría de
la Evolución (1859) del naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) y lo dejo aquí por no cansarles.
Eclipse, Rector y Guadalquivir
Fue precisamente durante su primera etapa
como rector, cuando llevó a cabo la medición del eclipse de Sol que tuvo lugar
ese jueves 22 de diciembre de 1870, y que él coordinó desde lo alto de la
albarrana Torre del Oro donde había situado el centro de observación del
fenómeno astronómico.
Claro que antes se había preocupado, dando
muestras de una gran actividad y nerviosismo, en colocar a lo largo de la
orilla del rio y en posiciones determinadas y precisas, a diez (10) parejas de
observadores provistos de un modesto equipamiento científico.
Tan modesto que consistía
sólo en unos anteojos de poca potencia o gemelos de teatro en su defecto,
cristales ahumados, un reloj y papel para anotar con exactitud por dónde y a
qué hora estaba proyectada en el suelo la sombra solar. Nada más.
Por los datos con que se cuenta, desde ese
punto que se encontraba a una distancia de la línea central del eclipse de
setenta y nueve kilómetros (79 km), el máximo del eclipse se produjo a las 12:16:57
hora local (UTC + 00: 00), duró
veintisiete segundos (27 s) y tuvo lugar con una cobertura de nubes del
cincuenta y ocho por ciento (58 %).
Como nos narra el propio Antonio Machado y Núñez, pero más como hombre emocionado que como
riguroso científico, cuando el astro empezó a oscurecerse y las tinieblas
cubrieron el río y los perfiles de la ciudad: “Un tinte cadavérico se reflejó en los semblantes. (...) El eclipse,
aunque pasajero, afectó hondamente a las gentes sencillas y personas
ilustradas; el ánimo de todos continuó luego contristado”.
Un río que actúa como hilo conductor y nexo
de unión en esta historia con continuación.
Por la parte que corresponde al
hombre, con lo que es natural que le suceda, su hijo. Y por parte del fenómeno
de la naturaleza, el astronómico eclipse, con otro tan natural como él, sólo que
en este caso fue zoológico y a cargo de unos delfines que fueron vistos en el
rio. Delfines en el Guadalquivir, qué cosas. (Continuará)
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