(Continuación)
Algunos exégetas de la cosa ésta de las afrentas, son de la opinión de que a
pesar de lo fuerte que resultaron ser los golpes dados por Copérnico y Darwin, el
hombre como ser pensante que es, aún mantenía buena parte de su autoestima.
Vamos que pensaba que era dueño de sí mismo, lo que no es poco.
Nuestra
propia conciencia y la percepción
interna que tenemos de que somos dueños de ella, nos facultan para tomar decisiones adecuadas a
nuestras necesidades y desechar otras que no se ajusten a ellas. En otras
palabras, suponemos que la inteligencia y la razón son atributos exclusivamente
humanos. Ya.
Inconsciente freudiano
Pero hete aquí que de nuevo la ciencia viene a fastidiarnos, esta vez
de la mano del médico austríaco Sigmund
Freud (1856-1939), sí el padre del psicoanálisis.
Ya saben qué pienso de la susodicha teoría y de su inefable autor, nada bueno, pero
es lo que toca, así que vamos a ello.
El caso es que en su opinión, muchos de
los procesos mentales tienen lugar de forma inconsciente, es decir escapan a nuestro control racional. De modo
que no somos dueños de nosotros mismos.
Así que para Freud, el hombre no es ni señor
del cosmos (Copérnico dixit), ni amo de los seres vivos (Darwin, dixit), ni tampoco, ahora según él, dueño de su psiquis. Tal como
lo lee.
Esta comparativa entre las tres heridas
la publicó el psicoanalista en 1917, andamos pues de centenario, en el artículo
‘Una dificultad del psicoanálisis’
donde, entre otras lindezas, se comparó con el biólogo y el astrónomo,
colocándose al mismo nivel paradigmático de ellos y sus aportaciones. En fin.
En sus propias palabras: “El psicoanálisis es la última en cuanto a
fecha de las graves humillaciones que el narcisismo, el amor propio del hombre
en general, ha recibido hasta el presente de la investigación científica.
Existió ante todo la humillación cosmológica que le infligió Copérnico,
destruyendo la ilusión narcisista según la cual el habitáculo del hombre
estaría en reposo en el centro de las cosas; luego fue la humillación
biológica, cuando Darwin puso fin a la pretensión del hombre de hallarse
escindido del reino animal. (Continuará)
Mis conocimientos en la teoría freudiana se restringen a las clases teóricas de filosofía de bachiller, en las que, a pesar de que no solo aprendimos su teoría por medio del estudio de un libro de clase; sino que aprendimos por medio de textos y más textos de los escritos de Segismundo (Carlos Marx, Federico Engels...), mis nociones sobre su modelo son muy escasas. Pero ya que el tópico que enlaza estos tres posts me parece muy interesante ("las tres heridas que soterraron el narcisismo humano"), he decido también comentar en éste, aunque no tengo mucho que aportar.
ResponderEliminarEs controvertido el tema de la inconsciencia y la incapacidad del ser humano que discute la existencia del ''libre albedrío'' -entiéndase libre albedrío como la capacidad del ser humano de pensar sobreponiéndose a mecanismos causa-efecto neuronales, no en la discusión de "determinismo VS indeterminismo'' de la física-. Al fin y al cabo, hay ciertos indicios empíricos sobre el intervalo de tiempo entre la formulación de un pensamiento y su procesamiento consciente.
Como es posible que ya sepan, a la ''ilusión'' de que el ser humano es consciente de la mayor parte de sus procesos neuronales, se le denomina ''ilusión del usuario'', estableciendo una analogía pertinente entre los sistemas computacionales -que hacen creer falsamente al usuario que controla la mayor parte de procesos informáticos- y el cerebro. La teoría freudiana, aún carente en su origen de comprobaciones empíricas, es acertada -con bastante certeza- en sus postulados más básicos.
De hecho, he aportado más que en ninguno de los dos anteriores... Y para estudiar a Segismundo Freud no usamos ningún libro, solo textos y explicaciones del profesor con los textos dados y sus esquemas.
ResponderEliminarPerdí 10 minutos de mi vida leyendo una estupida critica de alguien que no tiene la más remota idea de Freud y su teoría
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