Ya
ven por dónde voy hoy, algo nada serio. O eso creo.
Nos
adentraremos por alguna que otra senda de esa intrincada variedad lingüística que
con cierta frecuencia, utiliza un grupo
específico de personas ligado al mundo del balón, aunque en principio no es
común al resto de mortales.
Una
variante diastrática que como tal habla suele ser temporal, sus términos caen
en desuso con el tiempo y las modas sociales, pero que mientras está vigente da
mucho, pero que mucho juego. Si no que se lo digan a ese ingenioso “Diccionario Lopera-Español, Español-Lopera” que circula
por Internet. Les supongo al tanto.
Un más que particular léxico que, supuesta o realmente, utiliza Don Manuel
Ruiz de Lopera, o sea ‘don Manué’, presidente del Real Betis Balompié equipo que tiene su campo en el sevillano barrio
de Heliopólis.
Del “tiempo reglamentario”. Como cualquier aficionado o profesional del fútbol sabe, el
reglamento de este deporte señala que la duración de un partido es de noventa
minutos (90 min) , distribuidos en dos (2) periodos de cuarenta y cinco (45).
Es lo que se conoce como el tiempo
reglamentado, que además es el reglamentario.
También
es sabido que, por diferentes causas, justificadas unas y otras no, una parte
de ese tiempo no se emplea en jugar, motivo por el que el mismo reglamento
faculta al árbitro para que lo descuente del tiempo fijado para el juego, y
prolongue la duración del partido.
Es
un periodo de tiempo que supera al reglamentado, pero no al reglamentario. Una
prolongación del tiempo por tanto, que también forma parte del tiempo
reglamentario. Lo que dicho de forma rápida, puede que parezca que es igual
pero en realidad, si lo piensa, no es lo mismo.
Y
por lo que se oye y lee, se trata de una diferencia a la que no parecen prestar
mucha importancia, algunos amantes de las bobadas semánticas futboleras. Esos
para los que: un futbolista no ve, sino que
“visualiza”; “los jugadores se
posicionan”, en vez de colocarse en el campo; los árbitros no pitan sino
que “dictaminan”; los pases y
lanzamientos de balón son “golpeos” o,
por supuesto “los postes tienen cepas”.
Mención
aparte merece el ex jugador del Real
Madrid Michel quien, metido a
comentarista deportivo, hace hincapié en “la
lectura del juego”, “la dinámica del
partido” o en lo compenetrados que están dos jugadores que “se leen mutuamente”.
Todo
un deconstructivista del lenguaje, este buen señor.
Al de “de descuento”.
Como ya se habrán percatado, de la diferencia entre reglamentario y
reglamentado surgen dos medidas del tiempo. Una es la del tiempo de juego
previsto y definido por los cuarenta y cinco minutos (45 min) reglamentados, y
otra la del tiempo de juego transcurrido en total y que contempla al previsto
más el añadido por el árbitro.
La
diferencia entre el tiempo transcurrido y el previsto, es decir el añadido,
procede y debe coincidir con el tiempo de
descuento. Aquellos minutos que el árbitro considere que no han sido
empleados en jugar y que compensará añadiéndolos a los cuarenta y cinco (45) fijados.
(Continuará)
Es usted del Betis?
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