viernes, 15 de diciembre de 2017

Jerga futbolera (1)

Ya ven por dónde voy hoy, algo nada serio. O eso creo.
Nos adentraremos por alguna que otra senda de esa intrincada variedad lingüística que con cierta  frecuencia, utiliza un grupo específico de personas ligado al mundo del balón, aunque en principio no es común al resto de mortales.
Una variante diastrática que como tal habla suele ser temporal, sus términos caen en desuso con el tiempo y las modas sociales, pero que mientras está vigente da mucho, pero que mucho juego. Si no que se lo digan a ese ingenioso “Diccionario Lopera-Español, Español-Lopera” que circula por Internet. Les supongo al tanto.
Un más que particular léxico que, supuesta o realmente, utiliza Don Manuel Ruiz de Lopera, o sea ‘don Manué’, presidente del Real Betis Balompié equipo que tiene su campo en el sevillano barrio de Heliopólis.
Del “tiempo reglamentario”. Como cualquier aficionado o profesional del fútbol sabe, el reglamento de este deporte señala que la duración de un partido es de noventa minutos (90 min) , distribuidos en dos (2) periodos de cuarenta y cinco (45). Es lo que se conoce como el tiempo reglamentado, que además es el reglamentario.
También es sabido que, por diferentes causas, justificadas unas y otras no, una parte de ese tiempo no se emplea en jugar, motivo por el que el mismo reglamento faculta al árbitro para que lo descuente del tiempo fijado para el juego, y prolongue la duración del partido.
Es un periodo de tiempo que supera al reglamentado, pero no al reglamentario. Una prolongación del tiempo por tanto, que también forma parte del tiempo reglamentario. Lo que dicho de forma rápida, puede que parezca que es igual pero en realidad, si lo piensa, no es lo mismo.
Y por lo que se oye y lee, se trata de una diferencia a la que no parecen prestar mucha importancia, algunos amantes de las bobadas semánticas futboleras. Esos para los que: un futbolista no ve, sino que “visualiza”; “los jugadores se posicionan”, en vez de colocarse en el campo; los árbitros no pitan sino que “dictaminan”; los pases y lanzamientos de balón son “golpeos” o, por supuesto “los postes tienen cepas”.
Mención aparte merece el ex jugador del Real Madrid Michel quien, metido a comentarista deportivo, hace hincapié en “la lectura del juego”, “la dinámica del partido” o en lo compenetrados que están dos jugadores que “se leen mutuamente”.
Todo un deconstructivista del lenguaje, este buen señor.
Al de “de descuento”. Como ya se habrán percatado, de la diferencia entre reglamentario y reglamentado surgen dos medidas del tiempo. Una es la del tiempo de juego previsto y definido por los cuarenta y cinco minutos (45 min) reglamentados, y otra la del tiempo de juego transcurrido en total y que contempla al previsto más el añadido por el árbitro.
La diferencia entre el tiempo transcurrido y el previsto, es decir el añadido, procede y debe coincidir con el tiempo de descuento. Aquellos minutos que el árbitro considere que no han sido empleados en jugar y que compensará añadiéndolos a los cuarenta y cinco (45) fijados. (Continuará)


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