Estarán
conmigo que este “punto de vista” de hoy, sí que tiene toda la pinta de ser un
auténtico problema porque, en realidad, ¿qué sabemos de esa cicatriz redondeada
y arrugada, que se forma en medio del vientre tras cortar y secarse el cordón
umbilical, vamos del ombligo, de Eva
y Adán?
Es
una de esas cuestiones que a bote pronto, y sin pensarlo mucho, bien podría andar
entre lo físico y lo metafísico. Sí, claro que podría andar por ahí, pero yo
que ustedes no me fiaría de esa primera impresión, no me dejaría llevar por
ella así como así. Y se lo argumento.
No lo
haría porque de entrada tiene más de lo primero (lo físico) que de lo segundo (lo
metafísico, “más allá de lo físico”), y de salida tampoco porque de pinta, de
pinta, no tiene nada pero vamos, nada de nada. A mi entender estamos ante todo
un asunto de calado, uno de esos que llaman con enjundia.
Y
es que bajo una accesible y anecdótica superficialidad, ya ven que no es más
que una cicatriz barriguera, subyace todo un fondo esencial y de difícil
acceso. Al menos así nos lo muestra la historia, la historia del ombligo claro.
Pero
como dice Pascual el carnicero de mi barrio al mostrarme la pieza de carne: “Vayamos
por parte, ¿por dónde le corto Don Carlos?”
Ombligo
y Biblia
Para
empezar, desde la ‘verdad revelada’, ninguna de las dos versiones que en la Biblia se relatan sobre la creación del
hombre, menciona si Dios creó a Eva y Adán con ombligo o sin él ¿Qué hacer entonces como creyente? ¿Por qué
opción decidirse? ¿Lo tenían o no lo tenían?
Un
tormentoso dilema sin duda pues, si ni siquiera en las altas instancias nos
dicen en lo que debemos creer, ¿cómo saber en lo que creer debemos? Como ven, ya
en los mismos derroteros de la teología,
la ausencia de información hace que la disputa esté servida. Juzguen si no.
Si
no lo tenían, si carecían de él, entonces nuestros primeros padres estaban
incompletos, inacabados, eran porqué no decirlo imperfectos como seres humanos
¿Y habría creado el Perfecto Dios
algo imperfecto? No, eso no. Es algo del todo imposible, Dios no lo habría
hecho.
Pero
si lo tenían, la cuestión entonces es responder ¿por qué? ¿Por qué lo iban a
tener si ellos no habían nacido de un parto? Y sobre todo ¿para qué?, si no
sirve para nada ¿Y habría creado el Divino
Hacedor algo sin un propósito? Personalmente lo dudo mucho del buen Dios.
Ya
les avisé queridos lectores, un tormento para la credulidad éste de la existencia
de la nudosidad ombliguera.
Ombligo
y pintura
Y
desde el campo artístico, en concreto el de la pintura, las evidencias existentes tampoco se puede decir que
ayuden mucho. Y eso que la ‘caída del hombre’ en el Paraíso fue, durante muchos
años, un tema muy requerido por los pintores.
Por
lo que sabemos el momento más repetido fue el siguiente al de la misma caída,
cuando nuestros primeros padres estaban aún, personal y artísticamente,
desnudos. Desnudos sí, pero lo cierto es que en lo respecta a la susodicha depresión
en la piel los artistas estuvieron divididos, hasta la llegada al mundo
pictórico del gran Miguel Ángel
(1475-1564).
Aunque
todos les tapaban pudorosamente sus vergonzosas desnudeces y en el caso de Eva, su largo y suelto cabello resolvía
también el problema ombliguístico, con Adán
era evidente que la hoja de parra se mostraba manifiestamente insuficiente.
(Continuará)
¿Para qué sirve el ombligo?
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