Nacida en Florencia en 1820, sus padres no tuvieron otra
ocurrencia que ponerle el nombre de la ciudad. Ya, ya sé que no es lo más usual
pero créanme si les digo que tuvo suerte después de todo, por nacer donde lo
hizo.
Sin ir más lejos su hermana mayor, que había nacido un año antes en
Nápoles, fue bautizada con el de Parthenope,
nombre griego de la ciudad, que ya es nombre para una niña. Cosas de familia,
lo entiendo, pero es que hay nombres que te persiguen toda la vida.
Siendo de clase alta inglesa, bajo la influencia de su padre estudiaron
italiano, latín, griego, historia, matemáticas y leyeron a los clásicos, entre
ellos al “Padre de la Geometría”, el griego Euclides (325-265 a. C.), al también griego y polímata Aristóteles (384-322 a. C.) y, por
supuesto, la Biblia.
Pero en el tema de la educación, dentro del núcleo familiar había división
de opiniones. Y mientras su padre era de la opinión que las mujeres,
especialmente sus hijas, debían tener una educación completa, su madre mostraba
más interés en buscarles un buen marido.
Una buena madre que sin duda quería lo mejor para sus hijas, pero a quien Florence le dio el disgusto de su vida
al rechazar, uno tras otro, todos y cada uno de los pretendientes. Cosas de
madres e hijas que han existido siempre y existirán, pero es que ella desde
joven ya tenía otros intereses. Por ejemplo con tan solo diecisiete (17) años
visitaba a los enfermos pobres en sus casas, llevándoles comida y medicamento.
Una actividad no bien vista socialmente, y lo mejor es que no era la única.
Pasión por las matemáticas
A los veinte (20) años les pidió a sus padres que le
permitieran estudiar matemáticas, y en esta ocasión el matrimonio hizo causa
común. Por su parte mamá puso el grito en el cielo, pues tenía claro que el
destino de su hija, como el de cualquier chica decente, era casarse. Y siendo
así, ¿qué utilidad tendrían las matemáticas para una mujer casada? No, nada de
matemáticas.
También papá en esta ocasión pensó lo mismo, e hizo causa común con mamá, y
eso que había sido él quien le había transmitido el amor por las matemáticas
desde niña. Pero ya era toda una señorita y resultaban de lo más inapropiadas.
La resulta fue que en este asunto los padres estaban unidos, aunque la verdad
sea dicha, de bien poco les sirvió su oposición.
Florence
no sólo fue una alumna aventajada al decir de los distintos tutores que tuvo, entre
ellos el matemático británico J. J. Sylvester
(1814-1897), sino que su interés por las matemáticas, como más tarde
veremos, fue más allá de la propia materia en sí.
Vamos que no tardaron mucho en contratar al primer tutor
para que le enseñara matemáticas, en las que se incluían lecciones sobre
aritmética, geometría y álgebra. Y
Otra de las personas que también influyeron en ella fue el científico belga
Adolphe Quetelet (1796-1874) quien había
aplicado métodos estadísticos a datos recopilados en diversos campos de
conocimiento, incluyendo asómbrense, las estadísticas
morales o las ciencias sociales.
Pero aun gustándole las matemáticas, Florence no tardaría mucho en
descubrir su verdadera vocación. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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