Hace unos días y a propósito de cierto grafiti, llamaba su atención por
motivos de proximidad urbanística sobre esta institución y su gran capacidad
de vínculo científico, que saben tanto me gusta.
No se lo dije entonces pero el “culpable” de este vínculo es un compañero
biólogo, que no hace mucho hizo uno de sus viajes de “turismo científico” por
el Reino Unido y ésta vez le tocó a Oxford. Él es el que me ha puesto en la
pista de buena parte de lo que les cuento y de ahí que lo “culpabilice”.
También conocido como Museo de la
Universidad de Oxford, este edificio de estilo neogótico se empezó a
construir en 1855 con el objetivo convertirse en un centro de estudio del mundo
natural.
Un campo de conocimientos que, por sorprendente que nos oueda parecer hoy,
aún no se había empezado a impartir como tal disciplina en la Universidad de
Oxford, por cierto la más antigua de todas las inglesas.
Se trata, me refiero al museo, de una espaciosa sala con techo de cristal,
sostenido por unos pilares que la dividen en tres galerías separadas por
arcadas de piedra donde se albergan tres importantes colecciones de ciencias
naturales.
Las
estatuas del “Oxford”
A modo de adorno algunos pilares están decorados con estatuas adosadas a
ellos de científicos, filósofos, médicos, ingenieros de reconocida fama mundial.
Allí están todos ellos cohabitando, por ejemplo, con dinosaurios entre otros restos biológicos. Sirvan de ejemplo por
orden cronológico los siguientes:
Entre los clásicos, quien es conocido como “Padre de la Geometría”, el
griego Euclides (325-265 a. C.). El
que está considerado como el tercer científico más importante, el griego Arquímedes de Siracusa (287-212 a. C.).
El también griego y grande, Hiparco de
Nicea (190-120 a. C.). Y por supuesto el quizás más leído de los autores
griegos, el polímata Aristóteles (384-322
a. C.).
Posteriores a ellos nos encontramos con quien es más conocido por el
sobrenombre de Doctor Mirabilis que
por el suyo propio, el inglés Roger Bacon
(1214-1294). Con el mismo “padre de la ciencia”, el pisano Galileo Galilei (1564-1642). Con el
hombre, para muchos, más influyente en la historia de la humanidad, el genial Isaac Newton (1643-1727). O con el gran
alemán Gottfried Leibniz (1646-1716).
Seguidos del “electromagnético” físico-químico danés Hans Christian Oersted (1777-1851). El “padre de la química
moderna”, el guillotinado francés Antoine-Laurent
de Lavoisier (1743-1794). El enoblecido sueco Carlos Linneo (1707-1778). O el naturalista francés y también
noble Georges Cuvier (1769-1832).
Por último y ya más recientes, el conocido y reconocido médico inglés William Harvey (1578-1657). El médico
experimentalista inglés John Hunter (1728-1793).
El también médico e inglés Thomas
Sydenham (1624-1689). Y naturalmente el biólogo más influyente de todos, el
inglés Charles Darwin (1809-1882),
aunque eso sí con posterioridad y las piernas cruzadas. Allí están todos ellos, cohabitando con los dinosaurios en Oxford
Con posterioridad les digo porque en realidad, la fama y el reconocimiento universal
no le llegó hasta unos años después. Primero con la publicación en 1859 de su obra
El origen de las especies, y después porque
esta fama creció merced a un sucedido académico, entre dialéctico y algo más, que
tuvo lugar un año después, en 1860, precisamente entre los muros de este museo.
Un debate relacionado con la teoría
darwiniana de la evolución de las especies ¿No les parece genial el
vínculo?
[*] Introduzcan en
[Buscar en el blog] las palabras en negrilla, si desean ampliar información
sobre ellas.
¿Va a continuar?
ResponderEliminar