lunes, 23 de octubre de 2017

‘Bueno hay muchas religiones,...

...pero supongo que todas veneran al mismo Dios’. La cita está asociada al longevo aristócrata inglés Bertrand Russell (1872-1970) que, y lo más importante, además fue matemático, filósofo, humanista y un fecundo escritor que en 1950 recibió el Premio Nobel de Literatura. Sí, no se trata de un error tipográfico, ha leído bien, matemático y nobel de literatura.
Es una situación tan paradójica, aunque no exactamente y a mayor nivel, como la de nuestro José Echegaray (1832-1916) que como saben fue ingeniero, escritor, matemático, divulgador científico y político. Y todo eso no fue óbice para que recibiera el Premio Nobel de Literatura en 1904, siendo además el primer español en recibirlo de los, únicamente siete y todos hombres, que lo han conseguido hasta ahora.
Bueno pues más o menos igual para el albiónico.
La concesión del “sueco” unos años después, fue para el inglés el broche perfecto en la imagen que de él se había hecho el gran público del siglo XX. La guinda que le faltaba al pastel de su enorme popularidad en todo el mundo, para hacerlo aún más contradictorio de lo que ya era.
Y es que a pesar de su impronta volteriana, mente aguda y estilo inteligible pero científico, su obra en conjunto resulta falta de estabilidad y coherencia. Trato de decirles que el suyo es un universo de ideas brillantes por sí solas, pero contradictorias en su conjunto.
Paradojas y contradicciones en Russell
O lo que es lo mismo. Un cuerpo de conocimiento intelectual que empieza de forma razonable y razonada, pero que termina siendo más bien una paradoja. Como ocurre en muchos otros aspectos de su vida y obra donde, con frecuencia, se entremezclan contradicción y paradoja. Y para muestra un botón.
En la primavera de 1901 Russell se plateó deducir una lógica matemática, a partir de la ya iniciada por los matemáticos y lógicos, el alemán Gottlob Frege (1848-1925) probablemente el mayor lógico desde Aristóteles, y el italiano Giuseppe Peano (1858-1932). Una tarea que le condujo a una filosofía logicista de las matemáticas, según la cual, todas las matemáticas puras podían apoyarse en conceptos lógicos.
Una idea que plasmó en los tres gruesos volúmenes del Principia Matemática (1910-1913), escrito en colaboración con el matemático y filósofo inglés Alfred North Whitehead (1861-1947) definidor por antonomasia de la escuela conocida como la Filosofía del Proceso. Y que cuenta con grandes aplicaciones en una gran variedad de disciplinas como ecología, teología, educación, física, biología, economía y psicología, entre otras.
Según cuenta el propio Russell fue estudiando la “paradoja de Cantor”, debida al matemático ruso Georg Cantor (1845-1918) co-creador de la teoría de conjuntos, cuando descubrió y tardó poco en hacerlo, otra más básica, simple y próxima. Su propia paradoja, conocida claro como “paradoja de Russell”. Paradójico.
Objetor de conciencia y activo pacifista
En otro orden de asuntos, Russell fue un declarado defensor de la objeción de conciencia y activo pacifista contra la intervención inglesa en la Primera Guerra Mundial.
Algo no bien visto en aquella época, tanto de hecho, que le llevó a ser expulsado de su cátedra del Trinity College de Cambridge y condenado a pagar una fuerte multa. Eran otros tiempos que continuaron porque poco más tarde, en 1918, por esa misma actitud antibelicista fue encarcelado durante seis meses.
A propósito de esta experiencia le gustaba recordar que al ingresar en prisión, un funcionario le preguntó cuál era su religión. Se trataba de una pregunta rutinaria más del cuestionario de ingreso, y a la que Russell parece ser que respondió que era “agnóstico”. (Continuará)

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