jueves, 14 de septiembre de 2017

¿Existen los dragones?

Me gusta asistir con cierta regularidad a todo tipo de actividades que guarden relación con la divulgación de la ciencia y la cultura científica-tecnológica. Con una regularidad de la que les confieso es todo lo frecuente que puedo, pero de la que les reconozco que es algo menor a la que deseo.
Lo hago unas veces como mero asistente y otras tantas como ponente invitado pero siempre, siempre, vuelvo a casa con la misma sensación. La de la importancia que tienen estos eventos como un intento más para reducir en sus diferentes aspectos, la cada vez mayor separación entre el gran público (escolando y no escolando) y la ciencia y la tecnología.
Una ingente tarea que requiere de la implicación de distintas instituciones, organismos e institutos, sean locales, autonómicos, nacionales o internacionales. Y bajo todos ellos subyace la dicotomía ciencias-artes, que ya en 1959 planteara el físico y novelista inglés C. P. Snow (1905-1980),en su famosa conferencia de 1959 titulada ‘Las dos culturas’.
Camino vamos del sesenta (60) aniversario ya y quien esto escribe, aquí nadando entre dos aguas o lo que llaman la tercera cultura. Todo un dragón, se lo aseguro, esta dicotomía artístico-científica, al que se pretende dar caza en estas reuniones. Y desde mi particular experiencia y limitado entender, tres características emocionales se mantienen constantes en estos encuentros científicos-divulgativos. Tres como las hijas de Elena.
La primera es de índole estrictamente personal, y tiene que ver con el sentimiento de la amistad. Observo lo agradable que, por lo general, nos resulta a todos volver a saludar a viejos compañeros, conocidos y amigos. Personas a las que a lo peor, sólo vemos de año en año o de congreso en congreso, pero créanme que este distanciamiento espacio-temporal no importa. La alegría del reencuentro lo compensa y con creces. Sólo por este motivo, asistiría a estas reuniones guadiánicas.
En la segunda emoción intervienen lo personal y lo profesional. Lo suelen hacer de forma solapada y poco a poco, de manera que provocan en mí un sentimiento de admiración hacia mis colegas. Y es que no deja de sorprenderme el ingenio, conocimiento, habilidad, ilusión y capacidad de trabajo que siguen desplegando año tras año estos profesionales de la educación primaria, secundaria y universitaria, así como los divulgadores científicos profesionales.
Una actividad que desarrollan con generosidad a la hora de elaborar ingeniosos y sencillos experimentos de ciencias. De escribir y producir agradables y clarificadores artículos científicos para la prensa, radio o televisión. O de crear programas informáticos de exposición, simulación o autoaprendizaje de la ciencia y la tecnología. Todo esfuerzo y sacrificio personal les parece poco para aproximarlas. Admirable. (Continuará)


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