(Continuación) Con el desarrollo de la electricidad
y la llegada del automatismo al
mundo de la construcción, era cuestión de tiempo que ambos se unieran en el
mundo de la locomoción. Y ahí lo tienen, un tren que ya no es de vapor sino
eléctrico y unos vagones que tienen más bien pinta de ser casas.
Y a la vista está que el conjunto presenta una apariencia de comodidad moderna
y funcional. Por la reseña que le acompaña éste haría el trayecto París-Pekín, hablamos
de más de ocho mil kilómetros, así que había que hacer todo lo posible para que
los pasajeros estuvieran lo más cómodo posible. Y sabido es que como en casa no
hay nada.
En este tren es probable que los pasajeros pudiesen cruzar Eurasia, sin
sufrir lo que con el paso del tiempo se conocería como “el síndrome de la clase
turística”, si bien todavía no había sido descubierto como tal.
Un tren que parece toda una casa de ladrillos sobre raíles. Observar que los
vagones tienen balcones y que se accede a él por una escalera con barandillas,
vamos como si fuera un chalet. Era demasiado pronto para que se pensara que, con
una simple plancha de acero o aluminio, mucho menos pesada, se podría realizar la
misma función.
Un detalle más. Si se fija, a la izquierda del tren aparece lo que puede
ser un dispositivo que le suministra energía eléctrica a la locomotora, a través
de un tercer rail fijado al suelo.
Se trata de un sistema de alimentación que
aún se utiliza en algunas líneas de “metro”, aunque en la actualidad ha sido
sustituido por las más eficientes y aéreas catenarias.
Es lo normal en todos los trenes que efectúan trayectos más o menos largos.
(Continuará)
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